05 ago. 2025

Sin píldoras mágicas

En perspectiva

Por Gustavo A. Olmedo B.

Es común en nuestros días buscar y plantear soluciones “parches” a problemas de mucha gravedad. Como siempre me decía un amigo, es como aquel médico que prefiere recetar aspirinas a pacientes con fuertes dolores. Obviamente, es cómodo, pues no exige auscultar, investigar ni preocuparse por llegar hasta el origen de las molestias. Y también es lucrativo, pues siempre hay interesados en que la compra masiva del analgésico en cuestión continúe. Son las reglas del mercado, en donde la persona pasa a segundo plano.

Esta idea me vino al conocer el anuncio del ministro de Salud, Antonio Arbo, de que la cartera a su cargo estudia la liberalización de la venta masiva de las Pastillas Anticonceptivas de Emergencia (PAE) para adolescentes -conocida como Píldora del Día Después-, con el argumento de ayudar a evitar embarazos no deseados. El PAE ya está disponible en el MSP, pero para casos especiales, según reconocieron las mismas autoridades ministeriales.

Pero liberalizar su comercialización parece una medida sumamente irresponsable, como lo señalan muchos especialistas. No solo porque no va al fondo del problema de los embarazos no deseados, sino porque se trata de un anticonceptivo que es 50 veces mayor en concentración hormonal que los utilizados por aquellos convencionales, cuyos efectos directos y secundarios son muy cuestionados, y, por ello, hasta disimulados con tal de promover su uso.

Además -y esto es más grave aún-, se trata de un medicamento con potencial efecto abortivo, en el caso de impedir la implantación del óvulo fecundado, que es uno de sus mecanismos de acción, como lo informa la FDA (Food and Drug Administration), organismo gubernamental de EE. UU. “Al tomar la PAE, esta genera descamación del endometrio, y cuando el embrión llega al útero no tiene dónde implantarse y se produce la muerte del embrión (aborto)”, señaló al respecto la ginecóloga Angélica Sarmiento (ÚH-8-5-2013). Entonces, ¿es razonable que esto se entregue de una forma tan ligera, sin garantías de información y uso adecuados? ¿Es la forma más profesional, justa, humana y razonable de impedir embarazos no deseados?

El problema de fondo es otro, y lo sabemos: es la promiscuidad sexual que afecta a jóvenes y adultos; también la pobreza y el abandono que sufren muchos de ellos; el desgano en el que viven; pero de ello mejor no hablar para evitar ser tildado de “conservador”. Aquí ya no funcionarán las “píldoras mágicas”, sino propuestas a largo plazo; aquí hay que hablar de una formación que promueva la dignidad del joven y su autoestima, el fortalecimiento de las familias, de una educación sexual integral respetuosa de la persona. Quizás cueste más que firmar una resolución, pero, de seguro, valdrá la pena.