“El concepto del Robocop original (1987) –dijo Padilha– es que existe una conexión entre la automatización de la violencia y el fascismo, y eso quería traerlo al presente. EEUU se fue de Irak porque estaban muriendo sus soldados; si se hubieran reemplazado por máquinas, ¿qué habría pasado? Un policía puede negarse a acatar una orden. Las máquinas no. Ese futuro va a ocurrir y plantea un serio dilema moral y ético”, declaró el realizador de 45 años.
En la película, es el 2028 y la multinacional OmniCorp domina la tecnología robótica. Fuera de EEUU, sus drones (aviones no tripulados) fueron empleados durante años por las Fuerzas Armadas, y no así dentro de sus propias fronteras. En un nuevo esfuerzo por convencer a los políticos, la compañía apuesta por una nueva arma: mitad hombre, mitad máquina.
El elegido es Alex Murphy (Joel Kinnaman), esposo, padre y policía que hace frente a la corrupción en Detroit, una misión que le lleva a sufrir un atentado en el que está a punto de perder la vida. OmniCorp ve en él la llave para amasar una fortuna procedente de sus accionistas, pero olvida que en la máquina reposan resquicios de una persona.
Interés. Cuenta Padilha que no había proyectos de su interés hasta que un día, en la sala donde se reunía con los directivos de la MGM, vio un cartel de Robocop, el clásico de Paul Verhoeven. Entonces, surgió el filme que se estrena el 12 de febrero en EEUU.
En él, Padilha homenajea a Verhoeven, incluyendo la recordada banda sonora de Basil Poledouris y algunas de las frases más célebres de la original, pero apostó por su estilo y forma de entender el cine. “Eso no se puede evitar, al menos en directores que quieren hacer suya la historia. Lees a TS Eliot y sabes inmediatamente que es él. Igual que reconoces un cuadro de Picasso o una jugada de Messi”. El director también dijo sentirse privilegiado por contar con un reparto que incluye a Michael Keaton, Gary Oldman y Samuel L. Jackson, entre otros. EFE