29 mar. 2024

Poner fin a los abusos contra los más vulnerables de la sociedad

Resulta preocupante la escalada de violencia criminal contra mujeres, niños y niñas, indígenas e indigentes, que se han ido conociendo en las últimas semanas. El caso de la niña de 7 años raptada en Minga Guazú y presuntamente asesinada de manera brutal se suma a otros casos, como el de la niña indígena hallada muerta dentro de una mochila, hace pocos días, en inmediaciones de la Terminal de Ómnibus de Asunción, hechos que llaman a la reflexión sobre el tipo de sociedad que estamos construyendo. Las autoridades tienen mucho que hacer para redoblar la seguridad ciudadana, pero el problema de fondo tiene que ver con la deficiente educación y los problemas sociales no resueltos.

Hace poco más de dos meses, gran parte de la sociedad paraguaya se había sentido conmocionada por lo que aparentaba ser un crimen de odio: el asesinato en horas de la madrugada de un indígena, mientras dormía en el banco de una parada de ómnibus, sobre la calle Jejuí casi Montevideo, en pleno sector céntrico de Asunción.

Las imágenes de una cámara de vigilancia mostraban a una persona hasta ahora no identificada disparándole con un arma de fuego desde el volante de un automóvil, para luego seguir viaje. La presunción es que el indígena, luego identificado como Lorenzo Silva Arce, mbya guaraní oriundo de Tacuatí, había sido asesinado simplemente por ser un indigente.

Desde entonces, varios otros casos de crímenes y abusos contra personas vulnerables de la sociedad se han ido sucediendo de manera alarmante. Las víctimas han sido principalmente mujeres, indígenas, niñas y niños menores de edad, indigentes, personas expuestas a situaciones de riesgo, sin posibilidades de defensa.

Un caso que también ha causado gran conmoción fue el de una niña indígena mbya guaraní de 12 años de edad, encontrada muerta la semana pasada con sus restos apretujados dentro de una mochila. Se llamaba Francisca Araújo y era una de los tantos niños y niñas indígenas a quienes se ve deambular por las calles, pidiendo limosnas en los semáforos, víctimas de la droga y de todo tipo de situaciones. Según los investigadores, la niña fue asesinada luego de haber sido abusada sexualmente.

Ahora, otro hecho despierta el horror, tras conocerse que una niña de solo 7 años de edad había sido raptada el sábado último, tras haber sido ocupada a realizar compras en una despensa, en la localidad de Minga Guazú, Alto Paraná. El hallazgo de un cuerpito totalmente calcinado, que a pesar de que aún necesita de una identificación científica según la policía corresponde a la pequeña desaparecida, ha aumentado aún más la conmoción ciudadana. La detención del principal sospechoso, quien admite que la mató por venganza contra su ex pareja, tía de la nena, refuerza esta versión.

No son los únicos casos. Organizaciones feministas, defensoras de derechos de niños y de pueblos indígenas denuncian que hay toda una escalada de violencia contra los sectores más vulnerables de la sociedad. La Federación por la Autodeterminación de los Pueblos Indígenas (FAPI) reclama que existe una discriminación racial estructural que se manifiesta en los crímenes contra los nativos. El Observatorio de Igualdad y No discriminación del Centro de Documentación y Estudios (CDE), a través de su sitio Observa Violencia, ha señalado que hasta el caso de la niña Francisca se habían registrado tres muertes y dos casos de abuso sexual de niñas, adolescentes y mujeres indígenas.

Estos hechos llaman a la reflexión sobre el tipo de sociedad que estamos construyendo. Las autoridades tienen mucho que hacer para redoblar la seguridad ciudadana, emprendiendo acciones que puedan garantizar mayor protección, pero el problema de fondo tiene que ver con la deficiente educación y los problemas sociales no resueltos. Una situación en que a todos nos toca actuar.

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