En la pasada Navidad, un niño de cuatro años de edad perdió el dedo índice de la mano derecha al explotarle un cebollón. El niño pasó la Navidad en el Hospital de Trauma. “Perdió el dedo índice, dos falanges de ese dedo; también presentó lesión en la parte blanda. Se le abrió la mano como una empanada”, había graficado el Dr. Agustín Saldívar, director del Hospital de Trauma.
Este es uno de tantos casos que se repiten en estas fechas de celebraciones, ya que, como es sabido, el uso de materiales explosivos como bombas y petardos aumenta en esta época del año.
El Ministerio de Salud Pública, a través del Centro Nacional de Quemaduras y Cirugías Reconstructivas, lanzó la campaña En estas fiestas cero quemados por fuegos pirotécnicos, con la intención de llevar a cero el índice de quemados o pacientes afectados por el uso de petardos y otros fuegos artificiales en estas fiestas de fin de año. Con la premisa de que la pólvora inocente no existe, advierten sobre el uso de fuegos pirotécnicos, particularmente por parte de niños y niñas que no dimensionan los peligros que representan. Las consecuencias son terribles: pérdida de miembros y amputaciones, quemaduras, daños oculares y sordera son solo algunas de ellas.
Es por esto que las autoridades no dejan de reiterar que la pirotecnia y los petardos no son juegos, y que, además, son muy peligrosos: un simple fosforito, una simple estrellita o ajito pueden provocar lesiones graves, e incluso la muerte. Al poner al alcance de los más pequeños alguno de estos artefactos se los está exponiendo a la pérdida de miembros y amputaciones, quemaduras de segundo y tercer grado, sordera, daños oculares, intoxicación por ingesta de fósforo blanco, entre otros peligros.
A pesar de todo, también se debe reconocer que con los años ha ido disminuyendo la incidencia de estos productos. De acuerdo con las estadísticas del Hospital de Trauma, en 2015 hubo 24 casos y cinco años después se redujo, en el 2020, a siete casos. Según los datos, en este 2022 se han registrado ya 12 afectados por petardos; por lo tanto, no se deben abandonar las recomendaciones y las advertencias.
Además del peligro que supone el uso de la pirotecnia, existe otro aspecto igual de grave. La concienciación también apunta a que las personas dejen de producir tanto ruido. Este es el caso de la campaña emprendida por la Asociación Paraguaya de Padres y/o Tutores de Personas con Trastorno del Espectro del Autismo, quienes instan a que “en estas fiestas solo estallen sonrisas”. La asociación señala que mientras algunos acostumbran a celebrar ruidosamente por costumbre, muchas familias paraguayas la pasan muy mal, pues el ruido elevado daña, por lo cual la pirotecnia es una verdadera pesadilla, sobre todo para las personas con trastorno del espectro del autismo (TEA).
Desde esta asociación aseguran que tanto bebés, niños como adultos mayores, mascotas y el medioambiente se ven afectados por la pirotecnia sonora, pero en particular las más perjudicadas son las personas con TEA. Estas presentan hipersensibilidad auditiva en algunos casos, la percepción de los estímulos externos, como los sonidos que son considerados fuertes, se tornan insoportables para quienes lo padecen generando momentos de mucha angustia. Frente a ruidos como los de la pirotecnia sonora, las personas con este trastorno tienen crisis de llanto e incluso llegan a autolesionarse.
Las mascotas del hogar también sufren por el estruendo de las explosiones. En esta época es muy frecuente que huyan intentando escapar asustadas en búsqueda de algún refugio.
Por todo esto, debemos insistir en que estas sean unas celebraciones tranquilas, con alegría y esperanza, pero sin el estruendo de petardos.