06 may. 2024

Nicaragua, el personalismo sin control que se vuelve autocracia

Es fácil ganar elecciones cuando se encarcela a todos los rivales políticos para evitar que compitan. Es lo que hace el presidente Daniel Ortega en Nicaragua, uno de los que encabezaron la revolución que en 1979 derrocó a la dictadura de Somoza, pero que ahora se sostiene en el poder con lo que aprendió de su antiguo enemigo, traicionando los ideales de sus ex compañeros sandinistas. Ortega mantiene presos a cinco candidatos opositores con intenciones de postular a la presidencia, además de numerosos periodistas y líderes sociales. Organismos como la OEA y la CIDH acusan al régimen por la muerte de unos 328 ciudadanos. Lo que está pasando en Nicaragua, en donde una sola persona gobierna sin someterse a ningún tipo de limitación, se llama autocracia. Debe ser un llamado de atención para países como el nuestro.

La autocracia es un sistema de gobierno en el cual se concentra todo el poder en una sola persona, que gobierna sin someterse a ningún tipo de limitación y con la facultad de promulgar y modificar leyes a su voluntad. Es una forma de dictadura, aunque conserva la fachada de ciertas formas democráticas, tal como lo hizo en nuestro país el general Alfredo Stroessner, quien se mantuvo en el poder por casi 35 años (1954-1989), hasta ser derrocado por su propio consuegro, el también general Andrés Rodríguez, al frente de las Fuerzas Armadas.

Aunque mucho ya lo consideran una dictadura, el régimen que hoy se consolida en Nicaragua es una autocracia. El ex comandante guerrillero Daniel Ortega, quien fue uno de líderes del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), el movimiento armado que en 1979 desalojó del poder al dictador Anastasio Somoza (quien, por cierto, fue recibido asilado en el Paraguay por su colega Stroessner, hasta que fue ajusticiado aquí en 1980), gobierna actualmente su país a través de un modelo de autocracia.

Ortega fue el primer presidente electo de Nicaragua, de 1985 a 1990, tras el triunfo de la Revolución, fue vencido luego en las urnas por Violeta Chamorro, pero regresó al poder vía elecciones en el 2006, y desde entonces ha sido reelegido en dos oportunidades más. En estos 15 años consecutivos en el poder, Ortega ha ido copando prácticamente todos los espacios de poder, con un estilo de gobierno dictatorial y represivo, con persecución a los opositores y críticos a su régimen, censura a la prensa, impulsando leyes liberticidas como la llamada Ley antiterrorismo, que limitan y castigan las manifestaciones. Organismos como la OEA y la CIDH han señalado reiteradas condenas ante casos de “represión brutal” y medidas contra la libertad de expresión.

Tras las protestas de 2018 se habla de 328 personas muertas por la represión, 1.600 detenidos y más de 100.000 exiliados,

Actualmente, con miras a imponer su tercer periodo consecutivo (y cuarto, contando su presidencia de 1985), Ortega y su esposa Rosario Murillo, quien lo acompaña como vicepresidenta, Ortega está limpiando el campo, ordenando la prisión de sus principales contrincantes. El último aspirante preso fue Miguel Mora, en una redada policial que se inició el 2 de junio con la detención de Cristiana Chamorro, de 67 años, hija de la ex presidenta Violeta Barrios de Chamorro y favorita para enfrentar a Ortega en los comicios del 7 de noviembre. También fueron aprehendidos el ex diplomático Arturo Cruz, el politólogo Félix Maradiaga y el economista Juan Sebastián Chamorro, primo de Cristiana.

El Consejo Permanente de la OEA aprobó el 15 de junio una resolución de condena a la persecución de opositores.

Lo que está pasando en Nicaragua, en donde una sola persona gobierna sin someterse a ningún tipo de limitación y con la facultad de promulgar y modificar leyes a su voluntad, se llama autocracia. Debe ser un llamado de atención para países como el nuestro, en donde también existe una fuerte tentación de parte de los políticos por el personalismo, el populismo y el manejo dictatorial.

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