Cuando le preguntaron acerca de la atípica oleada de indignación ciudadana que está tumbando unos tras otros a los legisladores corruptos, el presidente de la República, Mario Abdo Benítez, se volvió climatológicamente poético: “Es la tormenta de Santa Rosa que está limpiando al país”.
Contrariamente, los hombres del ex presidente Horacio Cartes fueron menos metafóricos y más oportunistas. Al ver que ya iba a ser imposible evitar que una de sus más escarnecidas figuras sea arrastrada por el tsunami ciudadano, los exponentes del movimiento Honor Colorado decidieron entregar ellos mismos en bandeja la cabeza de su compañero Óscar González Daher y tratar de capitalizar la situación para presentarse caraduramente como los salvadores de la crisis que ellos provocaron.
No. Ni la poética tormenta de Santa Rosa ni el judas autorremolino cartista. El logro de la barrida política anticorrupción tiene un solo protagonista: el movimiento de escrache ciudadano que empezó con la indignación expresada en las redes sociales de internet, con actos individuales o de grupos que cerraron puertas de locales comerciales y restaurantes a los indeseables, con la autoconvocatoria en la Plaza de Armas para tumbar primero al diputado corrupto confeso José María Ibáñez, y luego la quijotesca cruzada de un grupo al principio reducido de ciudadanos y ciudadanas que se juntaron en la plaza central de Luque para organizar veintidós noches seguidas de escrache contra el hasta hace poco inconmovible padrino González Daher, hasta lograr que por segunda vez tenga que irse rajando del Congreso.
Y sigue otro resultado casi lógico de toda esta sacudida: el también procesado por corrupción senador oviedista Jorge Oviedo Matto “o je hecha kuaa” y ya anunció que renunciará la próxima semana.
No. No es la tormenta de Santa Rosa ni el oportunista autorremolino cartista.
Es el viento del pueblo, justiciero y purificador. El mismo que el gran poeta español Miguel Hernández cantó en uno de sus más vibrantes y combativos poemarios: “Vientos del pueblo me llevan/ vientos del pueblo me arrastran/ me esparcen el corazón/ y me aventan la garganta”.
El mismo que el cantautor chileno Víctor Jara convirtió en canción heroica, siguiendo el ejemplo de Hernández: “Ahora quiero vivir / junto a mi hijo y mi hermano/ la primavera que todos/ vamos construyendo a diario/ no me asusta la amenaza / patrones de la miseria/ la estrella de la esperanza / continuará siendo nuestra/ vientos del pueblo me llaman/ vientos del pueblo me llevan…”.
¡Que nadie pueda detener este purificador y justiciero viento ciudadano de primavera anticipada…!