Por esta vez no le lleva la palabra nativo a nuestros hermanos indígenas, sino fijándonos en la segunda, a la relación de los padres de familia con sus hijos pequeños en lo referente a las nuevas tecnologías. Es la copia de un escrito solo para interesarle.
¿A qué edad podemos comprarle su primer móvil? ¿Con cuántos años podemos desactivar el control parental?, ¿cuántas horas de conexión al día son razonables y cuándo comienza a ser insano?
Les ha tocado ser padres de unos pequeños digitales. Cada teórico nos indica cómo hacerlo, unos se centran en la importancia de la tecnología para desarrollar capacidades, otros ponen su foco en los peligros. .
Según Marc Prensky, los nativos digitales dedican apenas 1 de cada 7 horas a la lectura, destinando el resto a videojuegos, conexión a internet, correo electrónico y televisión.
Se distinguen de tal manera de los profesores (inmigrantes digitales) que el proceso de aprendizaje se ve afectado, deja entrever la probabilidad de que el cerebro de los nativos digitales sea fisiológicamente distinto y, por último, da cancha al aspecto lúdico digital como poderosa herramienta para facilitar el proceso de aprendizaje.
Lo que el autor no deja claro y otros han malinterpretado es que ser nativo digital no significa que se sea competente en lo digital. Ser nativo digital no supone que se tiene la pericia necesaria para hacer un uso inteligente de la tecnología.
¿Cómo enfocar nuestra relación de padres con estos pequeños que tienen una estrecha e ineludible relación con la virtualidad?
¿Cómo ejercer nuestra tutela sin caer en los extremos de la tecnofilia y la tecnofobia? ¿Cómo acompañarlos en el inicio del ejercicio de su ciudadanía digital?
Según nuestro parecer, es más cuestión de enfoque que de método. Tiene que ver más con centrarnos en el horizonte que en una lista de consejos. Esta es la vía que exploraremos en nuestra próxima entrega.