Judas se unió a aquellos comentarios porque tal vez calculaba en donde no se debe calcular: en nuestra entrega a Dios. María, por su parte, había comprendido que su corazón solo se vería colmado plenamente si entregaba todo, aunque fuera poco, a Jesús. “Tan solo una libra de nardo fue capaz de impregnarlo todo y dejar una huella inconfundible”.
Quien entrega todo a Dios se convierte en don también para el prójimo. Por el contrario, quien realiza muchos cálculos de frente a la llamada de Cristo, acaba regateando también a los demás.
Cuando decimos que sí al Señor, llevamos a los demás “el buen olor de Cristo” y ellos pueden sentirse queridos con un amor de predilección. Como sucedió en Betania, podríamos decir que “la casa se llenó de la fragancia del perfume”.
Por eso, nuestra vida, empujada y guiada por la fuerza de Dios, puede llenar de fragancia el mundo.
El Señor nos invita a permanecer con Él. Jesús nos pide que le acompañemos como se lo pidió a Lázaro, porque “si nuestra voluntad no está dispuesta a morir según la Pasión de Cristo, tampoco la vida de Cristo será vida en nosotros”.
Pero no debemos esperar ocasiones extraordinarias para manifestar a Jesucristo nuestro amor: cada uno de nuestros días es una oportunidad nueva para servirle, para ofrecerle nuestra vida y emplearla generosamente en su servicio, para seguirle con fidelidad a lo largo de su camino por la tierra.
(Frases extractadas de https://opusdei.org).