Supongo que Vidalia Sánchez, Pablo Burián, Alejandro Gatti y Cayetano Quatrochi, mis buenos amigos editores y libreros, se estarán planteando la inutilidad de sus existencias al enterarse de la declaración de Raúl Fernández Lippmann, ex secretario del Jurado de Enjuiciamiento de Magistrados. Había sido que no era tan difícil vender libros en Paraguay. Por lo menos para el partner, quien asegura que buena parte de la fortuna que acumuló en pocos años provenía de la venta de más de 10.000 ejemplares del libro que había escrito una tía.
Este campeón literario está siendo investigado por enriquecimiento ilícito y lavado de dinero. La fiscala Victoria Acuña asegura que, de ser real dicha fuente de ingresos, le reportó una ganancia de más de 1.300 millones de guaraníes. Una cifra tan increíble que sorprende que no haya sido explorada con mayor rigor por la Fiscalía. Así como asombra que, para el Tribunal, la declaración de la tía confirmando que el sobrino la ayudaba a vender ejemplares, fuera suficiente para dar por legítimos esos ingresos.
Así, con curiosas lagunas de la acusación fiscal y benévolas interpretaciones del Jurado, se llegó a una sentencia absolutoria de quien se consideraba una de las piezas claves del sistema de extorsión, intercambio de favores y corrupción de jueces y fiscales. Era la temible mano derecha del presidente del Jurado de Enjuiciamiento, el poderoso Óscar González Daher.
La Fiscalía afirmaba que Fernández Lippmann había ahorrado 200.000 dólares, con su modesto sueldo de funcionario público. Sin embargo, el fallo de los jueces sostiene que, tras el examen de las pruebas, sus ingresos están debidamente justificados. Los jueces expresaron que fundaron su fallo en los exámenes de la Contraloría General de la Nación y en los informes periciales de la propia Fiscalía y de la defensa; es decir, según el Tribunal, la Fiscalía no pudo probar los hechos.
Por su parte, la fiscala Acuña culpa a la Contraloría, ente que habría presentado un examen de correspondencia incompleto y en forma tardía. En resumen, el partner es inocente en primera instancia en uno de los dos procesos en los que se lo investiga. El otro es el de los audios.
Ser lego en temas judiciales me da la ventaja de tener una percepción más cercana a la de la gente común. Y es esta la que quiero transmitir. Puede que no quede muy claro si la responsabilidad de este fallo deba atribuirse a los jueces, que valoraron las pruebas, o a las manifiestas debilidades de la acusación fiscal. Lo que tiene esta sentencia es que no sorprende. Es la resolución de un sistema judicial en el que nadie confía. Es el fallo proveniente del más corrupto de los poderes del Estado.
La Justicia paraguaya nos dice que el secretario de González Daher es inocente. Y debemos rendirnos ante la majestad de la Justicia. Solo que no se puede espantar el hedor a impunidad. No es la culpa de Fernández Lippmann ni de su abogado. Es la culpa de tantos años de inmoralidad letrada que llevan a la gente a desconfiar que las cosas se hayan hecho mal adrede, para liberar al partner.
Hay demasiados antecedentes de protección y encubrimiento a amigos del poder como para evitar que en las calles y oficinas se diga que no hay de qué sorprenderse. Había quienes sostenían que este vertiginoso vendedor de libros sería entregado como chivo expiatorio para salvar a los peces grandes.
Su absolución, dicen, anuncia lo que se viene. Con la Operación Cicatriz, van por todos. Apuntan a una amnistía general. Los audios del Jurado de Enjuiciamiento nunca existieron. Justicia y política paraguaya, juntas para servirle, amigo ciudadano.
Me resisto a creer que la infamia llegue a tanto. Pero nuestra Justicia es capaz de hacerlo. Por mi parte, observaré con desconfianza. Con el mismo descreimiento que me embarga cuando me cuentan que el partner era mejor vendedor que mis viejos amigos libreros.