SÃO PAULO - BRASIL
Miles de brasileños se volcaron a las calles ayer por cuarta vez en el año para exigir la destitución de la presidenta Dilma Rousseff, pero sin conseguir aglutinar un apoyo masivo que encienda la alerta.
Las protestas contra la acosada mandataria izquierdista, blanco de un procedimiento de impeachment en el Congreso por maquillar las cuentas públicas, reunieron a unas 48.000 personas según la policía y a 372.000 según los organizadores en 39 ciudades, informó el portal G1 de Globo. “El tiempo está demostrando la incapacidad de Dilma de gobernar el país, está llevando al país a un pozo. Hay elementos para el impeachment, la presidenta hizo muchas maniobras fiscales” ilegales, dijo el ingeniero Adriano de Queiroz, de 36 años, mientras protestaba en Brasilia.
Aunque gran parte de la población está harta de la corrupción y Brasil atraviesa la peor recesión económica en décadas, la inflación supera el 10% y el desempleo crece, esta protesta contra Rousseff no igualó las cifras de las anteriores manifestaciones, que de acuerdo a la policía juntaron 2,4 millones el 15 de marzo y a cientos de miles el 12 de abril (701.000) y el 16 de agosto (879.000).
VUELVE A LAS CALLES. Los organizadores justifican la débil asistencia en que solo convocaron la marcha hace unos 15 días. “Esperamos menos gente hoy (ayer) porque en las otras manifestaciones tuvimos dos o tres meses para organizarnos. La de hoy (ayer) es una señal de que la población está volviendo a las calles, que está muy atenta al proceso de impeachment”, dijo Kim Kataguiri, coordinador nacional del Movimiento Brasil Libre durante la marcha en São Paulo. “Hoy vamos a fijar la fecha de la próxima manifestación, que será el año que viene, e igualará a las otras tres que ya hicimos”, aseguró.
“NO VOY A PAGAR EL PATO”. Las cifras de asistencia en São Paulo no coinciden entre las distintas organizaciones que convocaron a la protesta, que hablan de 50.000 hasta 500.000 personas. La policía no dio cifras, pero periodistas estiman que fueron 50.000.
En la céntrica avenida Paulista, los manifestantes exigían la salida del poder de la ex guerrillera izquierdista de 67 años que tiene un 10% de popularidad a menos de un año de comenzar su segundo mandato. Grandes globos con los rostros de Rousseff o su padrino político, el ex presidente Luiz Inacio Lula Da Silva, sobrevolaban la protesta, pero la gran atracción fue un pato gigante que hace semanas adorna la puerta de la poderosa Federación de Industrias de São Paulo (Fiesp), junto a la leyenda “No voy a pagar el pato”, y donde todos querían fotografiarse.
En Brasilia, 6.000 manifestantes marcharon al Congreso y rodearon un gigantesco muñeco inflable de Rousseff con una gran nariz apodado de “Dilmentiras”.
Luego hicieron un entierro y cremación simbólicos de la mandataria y de su Partido de los Trabajadores. La policía se preparó para recibir a 60.000 manifestantes en Brasilia. Los organizadores estimaron una asistencia en 30.000.