El ejemplo más claro y contundente de este nuevo papel de los militares se dio el pasado 10 de noviembre, cuando el comandante de las Fuerzas Armadas de Bolivia, Williams Kalimán, vestido con uniforme de campaña, forzó la renuncia del presidente Evo Morales, que abandonó el cargo y está asilado en México desde el 12 de noviembre.
La presión militar se produjo después de que Morales fuera denunciado por la Organización de Estados Americanos (OEA) de manipular las elecciones presidenciales y se viera obligado a convocar nuevos comicios.
Sin ir tan lejos, Chile y Ecuador también emplearon a las Fuerzas Armadas en el control social de los disturbios y en el mantenimiento del orden público, desplazando a la Policía de sus labores constitucionales.
“La tendencia a la remilitarización se constata, en distintos grados, en el grueso de la región. En Ecuador, Chile o Bolivia se da un uso cada vez más claro para reprimir protestas y criminalizar a la sociedad civil”, declara Francisco J. Verdes-Montenegro, investigador del Instituto Complutense de Estudios Internacionales (ICEI).
“En Ecuador o en Chile, las Fuerzas Armadas se usaron como salvavidas de los gobernantes. El caso de Bolivia nos retrotrae a un pasado que parecía superado, que las FFAA presionen para poner presidentes y condicionar el poder civil”, añade.
PASADO MILITAR. La historia de Latinoamérica está plagada de intervenciones y dictaduras de corte militar que todavía se recuerdan con dolor en todo el continente.
Desde Augusto Pinochet en Chile hasta Jorge Videla en Argentina o desde Humberto de Alencar Castelo Branco en Brasil a Juan Velasco Alvarado en Perú y Alfredo Stroessner en Paraguay, América Latina fue dirigida desde los cuarteles durante gran parte del siglo XX.
“El uso de militares en la respuesta al desencanto social puede traer un recordatorio a esas épocas que había un control extremo militar. Pero es un reflejo de ineficacia de los gobernantes”, destaca Olga Lucía Illera, profesora de la universidad colombiana Jorge Tadeo Lozano y experta en temas internacionales.
Según Illera, no se puede calificar de “golpe militar blando” a lo ocurrido en Bolivia estas últimas semanas. Sin embargo, en su opinión, sí esconde un riesgo grave.
“La teoría habla de uso de la fuerza donde el militar se hace con el poder y el caso boliviano es una variante nueva. Las Fuerzas Armadas asumen un poder moderador, no van con tanques o armas, entran para solucionar situaciones, intervienen por ineptitud”, considera la especialista.
ORDEN PÚBLICO. La participación de las Fuerzas Militares en el orden público compromete los derechos humanos.
Tanto es así que organizaciones como Amnistía Internacional, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) y Naciones Unidas reprobaron el uso de la fuerza excesiva en las protestas de estos días.
Este nuevo papel, para el investigador Verdes-Montenegro supone aplicar la “lógica propia de los entornos bélicos” a una protesta social vulnerando garantías y derechos propios de la democracia.
“Desde hace años, de forma paulatina, los mandatarios latinoamericanos usaron como navajas suizas a los militares en distintas funciones, ya sea como policías, bomberos, antidisturbios, entre otros, en función de sus necesidades y alejadas de las tareas que les corresponden”, señaló.