29 mar. 2024

La voz rumana de la guarania

Nacida en Rumania, Cristina Bitiusca conoció Paraguay y su música gracias a su esposo, el arpista Alcides Ovelar. En esta entrevista con Vida habla de cómo es vivir en el país y cantar nuestras canciones.

Cristina Bitiusca.jpg

Revista Vida

Foto: Fernando Franceschelli

Ndaikatu mo’ai aikovévo che la nderehe’ỹ ka’aguy mbytére hi’antéva chéve aha aikorei”. La letra y la música de Mborayhu asy fueron el arma que Cristina Bitiusca, ayudada por su maravillosa voz, usó para conquistar al paraguayo Alcides Ovelar, con quien formó una familia que hoy divide su residencia entre Lambaré y Brasov, Rumania. Ella vive hace cinco años en Paraguay y canta música paraguaya en castellano y en guaraní con el sentimiento de una hija de nuestra tierra.

–Contanos dónde y cuándo naciste.
–Nací en Brasov, el 29 de agosto de 1984, en el corazón de Rumania, a 20 kilómetros del castillo del conde Drácula. Es una de las ciudades rumanas más visitadas por los turistas.

–¿Cómo está compuesta tu familia rumana?
–Papá Ioan, mamá María y una hermana, Iuliana.

–¿Dónde estudiaste?
–En Brasov hasta terminar el bachillerato. Después me mudé a otra ciudad universitaria, Cluj-Napoca, donde seguí Ciencias Políticas. Abandoné la carrera un año antes de graduarme. Me ofrecieron un contrato, que acepté, para trabajar como cantante en cruceros. Vi eso como una oportunidad para solventar mis gastos de la facultad. Dije: “Voy a hacer un contrato por seis meses para mantenerme”, pero jamás volví. Trabajé seis años en cruceros y desde hace cinco años vivo en Asunción.

–¿Cuándo empezaste a cantar?
–En mi familia nadie cantaba. A mí me gustaba cantar y lo hacía en el coro de la escuela, pero empecé a estudiar canto a los 14 años. En Rumania hay programas de televisión tipo Camino al éxito. Yo me presenté a uno y no pasé de las etapas iniciales, pero parece que ese fue mi impulso para estudiar. En Rumania tenemos escuelas populares y ahí comencé a estudiar canto moderno, que concluí cuando terminé el colegio. En la universidad estudié jazz e integré una banda universitaria. También cantaba en fiestas privadas, y en una de ellas conocí a un pianista que trabajaba en cruceros. Me llamó después de unos seis meses y me dijo: “Sos mi esperanza, nadie quiere acompañarme y tengo contrato en un crucero, ¿querés venir?”. Le dije que iba a analizar su propuesta y que lo iba a consultar con mis padres. Ellos me dijeron que hiciera lo que me parecía mejor, y una semana después acepté. Tenía 19 años.

–¿Ahí conociste a Alcides?
–Para mí, cantar en cruceros era una buena oportunidad para ganar dinero y viajar sin pagar. Y un año después conocí a Alcides. Trabajamos juntos, por decirlo de alguna manera, porque cada uno tenía su contrato. Yo cantaba en el piano bar, en los shows con las bailarinas. Hacía jazz, blues, pop, baladas, música internacional. Después con Alcides formamos un dúo, ofreciendo un show aparte de arpa y voz, más para asegurarnos de tener contratos juntos.

–¿Cómo empezó tu relación con él?
–Nos conocimos como colegas, a principios de noviembre de 2006; empezamos a hablar de música y después a salir como amigos en febrero más o menos. Pasaron entre tres y cuatro meses compartiendo música y escenario. No fue amor a primera vista, empezó como amistad. Él ejecutaba el arpa con otro compañero paraguayo, música de Luis Alberto del Paraná. Cuando empezamos a salir, me interesé en averiguar de dónde venía, de su país, su historia. Pasé en Lambaré tres semanas con su familia, que es adorable, y me pareció un buen muchacho. “Vamos a ver qué sale”, me dije.

–¿Cuándo viniste a Paraguay?
–En 2008, después volví en 2009. Nos quedamos un ratito, conocí Encarnación y Ciudad del Este. En 2010 decidimos tomarnos unas vacaciones más largas y volver al año siguiente, pero me embaracé y nos quedamos a probar suerte en Paraguay.

–¿Cómo se llama tu hija?
–Le decimos a Vicky, pero se llama Adela Victoria. Ahora tiene cuatro años. Buscamos un nombre que sea igual en rumano y en castellano. Adela por su papá, que se llama Alcides Adelio, y por su abuelo, que se llama Badelio. Y Victoria porque es un nombre que me encanta, y porque sé que ella va a ser una vencedora en la vida.

–Contanos sobre tu vida en Paraguay
–Batallamos día a día. Yo enseño vocalización desde hace un año y medio en el conservatorio de Music Hall y este año estamos con un nuevo proyecto en la Orquesta Sinfónica Nacional.

–¿Cómo fue el ingreso a la OSN?
–Nos contactaron y contrataron ellos. En dos ocasiones nos cruzamos en un escenario con Benjamín Dos Santos, el hermano del maestro Juan Carlos Dos Santos. Nos dijo que su hermano era el director de la OSN y nos preguntó si estaríamos dispuestos a dar un concierto con la Sinfónica. Casi me caí de espalda. Dije que sí, pero jamás se dio... hasta este año, cuando nos llamó y nos dijo que había un nuevo proyecto, del conjunto folclórico de la OSN, y que quería que habláramos con su hermano para que formáramos parte de él, no para uno, sino para varios conciertos. Hablamos con el maestro, y cerramos un contrato que va hasta fin de año, de marzo a diciembre. Es un proyecto que vale la pena, todos los músicos son maestros.

–¿Qué sabías de Paraguay?
–Antes de conocer a Alcides, no sabía ni dónde estaba en el mapa. A mí desde chica me gustó la historia, no tanto la geografía. Y cuando empecé a viajar, decía que tenía que llegar a América del Sur, el único continente al que nunca había viajado. Y cómo se dieron las cosas. El Universo conspiró.

–¿Te costó adaptarte a esta vida?
–Fue fácil porque tuve la aceptación de la familia de Alcides. Una dice: “Me caso contigo, no con tu familia”, pero la familia viene detrás, y gracias a Dios tengo una familia adoptiva muy buena. Me sentí como en casa.

–¿Y el calor?
–Ay, el calor todavía me cuesta. La primera vez que vine tuve un ataque de pánico al salir de la terminal aeroportuaria. Pero con el acondicionador de aire es llevadero, toda vez que no tenga que pasar mucho tiempo bajo el sol.

–¿Cuándo aprendiste a hablar en castellano?
–Antes de conocer a Alcides. En un crucero hay personas de diversas nacionalidades trabajando, y teníamos hondureños, cubanos, etcétera, y te cruzás con ellos. Yo hablaba italiano (además de inglés, francés, portugués y desde luego rumano). Sentí la curiosidad de conocer el idioma de los compañeros. Aprendí y me sirvió para hablar con Alcides, porque él no hablaba inglés.

–¿Y con el guaraní qué tal? Tu pronunciación es muy buena...
–Me animo a cantar, pero no a hablar. Todo lo que canto es porque lo entiendo, si no, no sabría cómo darle interpretación. Entiendo el sentido cuando me hablan en jopara, pero no cuando el guaraní es cerrado. En cuanto a la pronunciación, los paraguayos se sorprenden cuando me escuchan usar la “y” guaraní, pero esta vocal existe en rumano, es una variante de la “a”.

–¿Cómo te ves en el futuro?
–Me veo feliz. Ahora estoy esperando el segundo hijo, pero no creo que tenga más de dos. Es difícil para los músicos mantener una familia numerosa. Estoy pensando en estudiar de nuevo antes de que sea muy tarde y quiero estudiar fonoaudiología, que yo creo que tiene relación con la música y con mi don de cantar, ayudar a la gente.

–¿Dónde elegirías vivir?
–Mi sueño de los últimos 10 años es vivir en Australia. Trabajando tanto tiempo con australianos me di cuenta de que es un país que te ofrece una muy buena educación, una buena estabilidad económica y social, y no tenés la inseguridad de la delincuencia. No sé en qué porcentaje Alcides comparte esto, pero se lo ve feliz con la idea.
Hasta que eso ocurra, los paraguayos y quienes tengan la dicha de escucharla cantar seguiremos disfrutando de una artista que pone el alma en cada canción. Cristina es rumana y paraguaya. Es internacional, y su arte es de todos.