Sergio Cáceres Mercado | caceres.sergio@gmail.com
Afortunadamente la magia parece terminar para esta película, al menos es lo que el final sugiere. Es que la excusa para hacer esta tercera parte era muy rebuscada y el chiste ya estaba muy gastado. Sin embargo, algo de frescura le dan ciertos personajes nuevos, especialmente los británicos encabezados por Rebel Wilson, quien está genial en su papel de colega londinense de Larry Daley (Stiller). De los que ya aparecieron en la entrega pasada, se siente la ausencia de la bella Amy Adams, quien encarnaba a la aviadora Amelia Earhart.
Al tener tantos personajes, estas producciones quieren abarcar demasiado, proponiendo varias subtramas que lo único que hacen es ahogar y confundir más al espectador. Al final, algunas se debilitan a medida que la principal idea se va desarrollando: los seres del museo se van muriendo porque el objeto mágico que les da vida también se va debilitando. A pesar de un cuidado flashback al Egipto de exploradores y buscadores de tesoro, la expectación creada con el fabuloso descubrimiento de la tabla dadora de vida se va apagando reduciéndose todo a una mera corrida al estilo de las comedias de enredo.
Al menos no pierde el norte en cuanto a lo que se espera de toda comedia, y se pueden apreciar ciertas escenas reideras, pero son más bien chistes aislados que dependen totalmente del talento del actor, tal como la breve y festejada aparición de Hugh Jackman. Stiller siempre con sus gestos acostumbrados, aunque más contenido porque debe liderar a la pandilla de célebres personajes, todos grandes líderes políticos o guerreros pero que en realidad compiten en torpezas a causa de esta comedia que los caricaturiza.