Invertir dos millones de dólares en la construcción de un paso peatonal, con un diseño metálico de color plateado, con supuestos motivos inspirados en el tejido del ñandutí –algo que también es puesto en duda, al hallarse que el diseño es muy similar al exhibido en un sitio en internet–, en momentos de grandes necesidades sociales y económicas que sufren los sectores más carenciados, constituye un gasto exagerado y una ofensa a la ciudadanía, cuando se demuestra técnicamente que se puede realizar una obra mucho más modesta, barata y funcional.
La explicación de que la obra fue proyectada y licitada antes de la pandemia, para ser usada durante los Juegos Odesur, que finalmente se realizarían en Asunción en 2022, no es justificación suficiente. Al declararse la crisis, la obra debió ser suspendida o reprogramada con características más económicas, de cara a la grave situación que se impuso, tal como se hizo con muchos otros eventos y emprendimientos programados antes de la crisis global.
Los detalles que ahora se están conociendo solamente agravan aún más el desatino gubernamental, especialmente del Ministerio de Obras Públicas y Comunicaciones, responsable directo de la cuestionada obra. Que la construcción millonaria haya sido adjudicada a la empresa Engineering, calificada como la superproveedora del Estado, que se alzó con 63 contratos desde noviembre de 2018, encienden aún más las luces de alarma de que pueda haber existido favoritismo, más aún tras lo publicado ayer por este diario, de que el empresario Jorge López Moreira, hermano de la primera dama y cuñado del presidente Mario Abdo Benítez, acompañó las gestiones de la empresa constructora.
Hasta ahora, el MOPC no ha confirmado que se hayan llevado a cabo estudios de factibilidad y viabilidad que demuestren la necesidad real de un puente de estas características en un lugar de poca movilidad ciudadana. A pesar de los requerimientos de la prensa, no ha exhibido dichos estudios. De todos modos, una simple observación de sentido común determina que una obra tan costosa y con ribetes visuales tan rebuscados no era en absoluto necesaria.
En momentos en que se requiere de mucha austeridad en el manejo de los fondos públicos y de direccionar lo que hay a otras áreas de mayor necesidad, una pasarela de oro de 2 millones de dólares es realmente una burla ante la situación crítica en que se encuentra gran parte de la población.
Si además se comprueba que hubo hechos de corrupción, como lo señalan varios sectores, se deben tomar medidas ejemplares ante esta nueva ofensa a la ciudadanía.