19 abr. 2024

La pandemia de la corrupción

Andrés Colmán Gutiérrez - @andrescolman

Esta semana hemos podido comprobar en carne propia que el Covid-19 no es una “gripeziña” ni tampoco es un invento, como tanto pregonan los negacionistas.

Un querido familiar, contagiado con el coronavirus, se nos fue en pocos días, tras permanecer en terapia intensiva en el Ineram y otro familiar sigue luchando denodadamente. No es lo mismo leer lo que les pasa a otros que experimentar en persona la impotencia de solo poder seguir desde lejos el conmovedor trabajo de los médicos, hasta recibir la noticia más dura y más ingrata, el cuerpo sellado en bolsas herméticas, el velorio acelerado y a distancia, la imposibilidad de al menos poder vivenciar un duelo ritual entre familiares y amigos para acompañar y despedir al ser querido.

Desde esta perspectiva, mientras suman reportes de casos de contagios y de fallecimientos que ya han superado la barrera de los mil, cuesta compartir el optimismo y el cambiado discurso de autoridades que intentan convencernos de que ya hemos pasado lo peor, mientras un gran sector de la población sale a la calle como si todo hubiera vuelto a la presunta normalidad, ansiosa de recuperar el tiempo perdido y descargar la angustia acumulada por tantos meses de restricciones y encierros.

No es así. Se comprende la gran necesidad de abrir la economía y tratar de recuperar lo que perdimos, pero la pandemia sigue al acecho y otras regiones del mundo hoy sufren el costo de las desescaladas apuradas y el relajo de medidas de cuidado. Madrid y varias ciudades de España han debido cerrarse y autoconfinarse de nuevo ante la nueva oleada de contagios y muertes. París está en “máxima alerta” junto a otras ciudades de Francia como Lille, Grenoble, Lyon y Saint-Etienne.

Desde esta perspectiva, también duele e indigna que no hayamos aprendido de esta dura experiencia. Principalmente muchos referentes de nuestra infame clase política, que aprovechan la situación para jugar el peligroso retorno a la dictadura, violando la Constitución para sancionar a su colega Celeste Amarilla por acusarlos de llegar a la función de legisladores con dinero sucio. Como ya se sabe que los organismos estatales que deberían velar por las reglas democráticas no van a hacer nada, porque son cómplices, siguen allí con absoluta impunidad. Solo que no tienen en cuenta que la gente, generalmente muy pasiva, a veces puede hartarse.

Tampoco han aprendido las autoridades de salud, incluyendo al ministro capitán de barco, que están dejando impune el mayor escándalo de corrupción detectado en tiempos de pandemia, con el intento de millonaria estafa en las compras chinas. Al parecer urge proteger a los amigos del poder y cómplices de tantas amañadas licitaciones con dinero del Estado, pero una vez más ignoran que un pueblo obligado a encerrarse durante meses y a perder ingresos, empleos, empresas, vidas, todo a cambio de lo peor, puede llegar a encontrar límites a la tolerancia. Remember Chile.

La pandemia del Covid-19 va a pasar en algún momento, con todas sus consecuencias, pero la otra pandemia, la de la corrupción, tiene cuerda para rato. Al menos, hasta que la mayoría de los ciudadanos y ciudadanas no consigamos ponernos más firmes y decidir con más sentido crítico a quiénes elegimos y apoyamos.

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