“Si algo nos enseñó la pandemia es que cualquier conducta individual tiene consecuencias sociales y que si no enseñamos a nuestros niños desde pequeños a cómo cuidarse y cuidar a los otros, no tenemos futuro”, asegura a Efe la profesora de Historia que desde hace décadas difunde esta pedagogía.
Y esto no se aprende leyendo un libro o viendo un vídeo, “esas cosas se aprenden haciéndolas y por eso me parece que va a ser indispensable el aprendizaje y servicio en la nueva normalidad”, sostiene.
APRENDIZAJE Y SERVICIO. ”Aprender sirve, servir enseña”, es el lema de Clayss, que promueve una metodología que a través de experiencias, proyectos o programas institucionales de servicio solidario protagonizado de forma activa por estudiantes genera aprendizajes significativos.
Esta filosofía pedagógica se puede aplicar desde el jardín de infantes hasta la universidad y, según Tapia, lo que la diferencia del voluntariado es que son proyectos que están planificados no solo para atender una necesidad de la comunidad sino también como un camino de aprendizaje formal. “Y entonces hay un doble objetivo, por un lado transformar la realidad, contribuir a la resolución de problemas sociales o ambientales, pero hacerlo aplicando y desarrollando nuevos conocimientos”, sostiene.
En el taller de la escuela técnica se pueden hacer maquetas o se pueden armar sillas de ruedas para discapacitados o generadores eólicos para comunidades rurales aisladas; se puede estudiar historia para el examen o para armar el primer museo local; se puede pintar un dibujo para obtener una buena nota o para contribuir a mejorar el ambiente de una sala del hospital de la ciudad, ejemplifica.
Así, niños de jardín ayudan a reforestar el bosque quemado en la pequeña localidad patagónica de Futalaufquen con los plantines que cultivan en clase y estudiantes de arquitectura de la Universidad Católica de la provincia argentina de Córdoba contribuyen con los planos para que un barrio reciba un crédito del Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
Los ejemplos se extienden a diversos rincones del mundo y eso explica el enorme interés en el 23 Seminario Internacional de Aprendizaje y Servicio Solidario que se realizó hasta el viernes en Buenos Aires, con la participación de docentes, directivos y estudiantes de todos los niveles educativos, e integrantes de organizaciones comunitarias y de la sociedad civil de 59 países.
PROYECTOS. La pedagogía del aprendizaje y servicio solidario se aplica sin importar el lugar o el estrato social, afirma Tapia, quien lleva largos años recorriendo diversos países asesorando a maestros y alumnos. Y así como alumnos universitarios salen al mundo real y entienden cómo funciona su profesión, los niños más vulnerables se pasan del lugar de “beneficiarios” para ser “protagonistas”.
Tapia recuerda el caso de una escuela de la región andina de Argentina, que recuperó las tradiciones de los pueblos originarios y capacitó a la población para armar una red de invernaderos que les permitió consumir verdura y cultivar árboles, en una iniciativa que le valió el Premio Presidencial ‘Escuelas Solidarias’.
El aprendizaje y servicio solidario puede ser además un atractivo especial para estrechar el vínculo entre el alumno y la escuela y evitar deserciones a causa de la interrupción de las clases por la pandemia, destaca la experta.
“Impacta en la autoestima, los chicos empiezan a sentirse orgullosos de lo que están haciendo y de su escuela, eso les permite pensar en su proyecto como estudiante de otra manera y los ayuda a seguir”.