El logro de un tercer mandato conmovió a este autodefinido “joven” de 77 años, que no pudo contener el llanto durante la certificación de su elección en diciembre, luego de imponerse por poco (50,9% a 49,1%) al mandatario saliente, el ultraderechista Jair Bolsonaro.
Tras su paso por prisión y anuladas sus condenas que muchos interpretaron como su fin; Lula, el ícono de la izquierda brasileña y latinoamericana, vuelve a la primera línea de la política.
Condenado por corrupción en el “Lava Jato”, el mayor escándalo político en la historia del país, estuvo preso 580 días, de abril de 2018 a noviembre de 2019.
La máxima figura del Partido de los Trabajadores (PT) sostiene que fue víctima de una venganza política que permitió el triunfo de Bolsonaro en las elecciones de 2018, cuando él era gran favorito.
Pero las nubes de su vida política empezaron a disiparse en marzo de 2021. La Corte Suprema anuló sus condenas y le restituyó sus derechos políticos.
SOBORNOS. La decisión del alto tribunal, sin embargo, no declaró a Lula inocente en las investigaciones sobre sobornos pagados a políticos para obtener contratos en la estatal petrolera Petrobras.
Pero 12 años después de salir del poder, este orador de voz rasposa que sufrió un cáncer de laringe llevó adelante su sexta campaña presidencial, la tercera exitosa.
En su primer discurso tras ser investido, el domingo, prometió “reconstruir el país junto al pueblo brasileño”.
Vestido con traje y corbata azul, Lula prometió en su primer discurso “reconstruir” el país sobre las “ruinas” del legado de Bolsonaro.
“Vaciaron los recursos de salud, desmontaron la educación, la cultura, la ciencia y la tecnología, destruyeron la protección del medioambiente” dijo Lula, que también reafirmó su compromiso de reducir a cero la deforestación en la Amazonía.
“No hace falta derribar ningún árbol más”, dijo el mandatario, asegurando que esto no impedirá apoyar al poderoso sector agrícola de Brasil. “Es posible vivir sin talar madera, sin incendios, sin invadir nuestros biomas”, afirmó.
AMADO Y ODIADO. Lula, con la barba más famosa de la política brasileña, es muy popular en las regiones más pobres del noreste, donde persiste la memoria de sus programas de ayuda.
Pero es odiado por una parte de los brasileños para quienes representa sobre todo el estigma de la corrupción. Conocido por sus habilidades de negociación política, fue puesto a prueba este mes en la composición de su gabinete, que finalmente completó el jueves con 37 ministerios (contra 23 actuales) y 11 ministras mujeres, un récord.