21 jul. 2025

LA INSOLENCIA DEMOCRÁTICA

Opinión

Una de las razones que llevaron al Partido Colorado a la llanura ha sido la manera insolente como Nicanor Duarte Frutos y su entorno trataban a la sociedad en su conjunto. Miles de votos fueron al actual presidente por el hastío que representaba tolerar muestras de chabacanería, desparpajo e insolencia de las que hacía gala, de manera pública y desembozada, el Ejecutivo, diariamente. La tozuda persistencia en el error, primero, y el estímulo y premio al insolente, después, llevaron al cansancio de los votantes que prefirieron a un outsider de la política que a los viejos promotores de los antivalores democráticos.

Sin embargo, sin percatarse, aparentemente, Lugo persiste en el mismo error. Promueve y estimula a los insolentes como Soares, Benítez, Congo, Pakova Ledesma o Bareiro, creyendo convencer de manera tonta que sus comportamientos son a título personal, cuando en realidad son manifestaciones implícitas de sus deseos íntimos no satisfechos.

El mandatario habla a través de unos tartufos que, como en los personajes de Molière, dicen en público lo que su autor teme expresarlo personalmente. El costo no parece percibirse cuando uno está en el poder, porque quienes lo rodean se encargan de manifestarle que están “defendiendo la patria ante los oligarcas que temen el cambio, los imperialistas que apoyan a los EEUU, los ricos que protegen sus privilegios o los que temen perder sus ventajas ganadas”. Todo esto genera un microclima en el Gobierno del que el titular del Ejecutivo solo encuentra escapatoria en algún viaje al exterior o una escapada hacia tierra adentro. En realidad, lo que nuestra democracia reclama para fortalecer sus instituciones es un trabajo serio y comprometido en reducir los males heredados y atenuar los costos a su sucesor. Requiere de personas responsables que no digan lo que ya se sabe, pero que tengan el valor de corregir lo que anda mal. Estamos como en los tiempos del anterior gobierno, donde el corrupto se asustaba de la corrupción o de quienes debiendo resolver los problemas creen tontamente que el admitirlo es suficiente para atenuar la crítica por incompetencia.

A este país le hace falta mucho trabajo y dedicación. Aquí no se puede trabajar a medio tiempo en las cuestiones de gerenciamiento del Estado y el resto dedicarle a las prácticas partidarias. O se está en la procesión o en el campanario, no es posible pretender estar en ambos sitios al mismo tiempo.

¿Cómo demandar que la misma ruta sin mantenimiento que casi mata a Soares sea reparada cuando el titular de Obras está concentrado en ganar las internas de su partido? ¿Cómo pretender que el secretario general de la Presidencia esté abocado a su compleja tarea si lo único que pretende es fortalecer su naciente movimiento? ¿Cómo ambos y otros más que están en lo mismo pueden desprenderse de sus operadores políticos, que viven a costa del presupuesto, si el interés es hacerse de un lugar en el directorio partidario, a costa del interés general que les paga un buen salario para hacer una cosa distinta de la que hacen? Esto es insolencia que cuesta millones en corrupción al Estado paraguayo, porque además de significar robo, la corrupción tiene como sinónimos: pudrir o echar a perder. Lo que hacemos premiando a los insolentes para beneplácito de la canalla es mantener el viejo Estado prebendario, corrupto e incompetente que por poco mata a un secretario conocido, pero que diariamente es la causa de accidentes, pobreza, desempleo y decepción para miles de desconocidos compatriotas. Mientras sigamos tolerando la insolencia y a los insolentes, pocos adherentes y entusiastas en la democracia vamos a tener. A no ser que se pretenda eso.