25 ago. 2025

La escuela reclama cambios urgentes e impostergables

El dato de que 1 de cada 3 alumnos de la Educación Escolar Básica (EEB) de las instituciones públicas no pasó de grado en el 2013 tiene que ser interpretado en el contexto de una educación que repite fracasos sin que haya voluntad política para ponerle freno e iniciar un proceso de recuperación gradual que contemple metas ambiciosas, pero realizables. El sistema educativo –entendido como una suma de factores institucionales relacionados a la calidad de la enseñanza–, tal como está hoy, no está en condiciones de ser herramienta eficaz del desarrollo.

El procesamiento de los números relacionados a los alumnos reprobados el año pasado que tienen que dar exámenes en el mes de febrero arroja como resultado que la tercera parte de los que han concurrido a las aulas de EEB el año pasado han reprobado.

En términos prácticos esto significa que no han alcanzado a obtener las competencias básicas que pudieran haberles permitido ser promocionados al grado inmediato superior.

Si bien, en el contexto general en el que ha venido desarrollándose la educación paraguaya en ese nivel en los últimos años, era lógico el resultado que se dio, hay que resaltar la sinceridad del Ministerio de Educación y Cultura (MEC) para dar a conocer a la opinión pública una parte de su propia miseria institucional.

Esa actitud no es tan frecuente en el sector público, donde muchas veces los resultados adversos son manipulados para aparecer con maquillajes digeribles que atenúen los cuestionamientos y mitiguen las críticas al Gobierno.

Aunque se trate de un paso relevante, no basta, sin embargo, hacer coincidir la realidad con lo que se informa a la ciudadanía. Es necesario estudiar las diversas variables de un contexto socioeconómico muy diferente al de hace apenas 10 años para abordar en profundidad cuáles son los obstáculos que impiden a los niños adquirir herramientas que les han de servir para enfrentar con posibilidades de éxito su vida de adultos.

En todos los casos, los resultados conducirán a la ratificación de una educación carente de calidad que, por su inequidad, fomenta la exclusión de los más pobres de los bienes que ofrece el mundo actual y alienta la persistencia de un modelo social injusto.

Por lo tanto, uno de los factores a trabajar es la equidad social. Este tema atañe, en primer lugar, a los políticos. A ellos les compete crear condiciones suficientes para que la población pobre encuentre la vía para salir de esa situación.

Ya que la escuela es un componente esencial del cambio en la vida de las personas, compete a sus autoridades de las diversas instancias, así como a los docentes, alumnos y padres de familia –integrantes de la comunidad educativa– buscar de inmediato la forma de lograr que los estudiantes adquieran las competencias necesarias para desempeñarse con solvencia en cualquier campo de la vida.

Se acusa hoy a la tecnología de ser enemiga del aprendizaje, porque los chicos tienen su atención navegando. Como esa es una realidad es irreversible, habrá que encontrar la forma de que esa debilidad se convierta en fortaleza incorporándola de manera eficaz al proceso de enseñanza-aprendizaje, al igual que los países desarrollados. A partir de aquí, hay que hacer la reingeniería de la educación para ponerla al servicio de la justicia social.

No es poco el desafío para los que hoy conducen el MEC: a la par de buscar los mecanismos urgentes para que haya menos aplazados tendrán que liderar, sin más pérdida de tiempo, cambios que den respuestas sustentables a las exigencias de un tiempo que se mueve a la velocidad de la luz.