Blas Brítez
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A lo largo de seis décadas de disputa de la Copa Libertadores, la competición ha pasado por transformaciones particulares y del fútbol mismo. Por ejemplo, aumentaron la cantidad de equipos participantes y sus países de procedencia con respecto a los siete clubes, procedentes de la misma cantidad de países, en la edición inaugural de 1960. Por ende, hoy son más los partidos. Después vino la televisión y su construcción de un espectador de otro tipo. Desembarcaron las marcas en los atuendos y los calzados y todo el entorno se llenó de modernidad. Las estrellas se convirtieron en millonarios, cuando antes Alberto Spencer o Coutinho o Pedro Virgilio Rocha no lo habían sido.
Pero si hay algo entre las pocas cosas que no han cambiado, especialmente en la Copa Libertadores, es que cada tanto, en el Sur de América, un partido no es solo un partido y es disputado más allá del llamado fair play, por cuestiones incluso extrafutbolísticas. El fútbol no está ajeno a la temperatura social. La cosa entonces, como antes de la época de las cámaras y de la publicidad, no termina bien entre los equipos rivales, dentro del mismo campo de juego.
Es lo que sucedió la semana pasada en el clásico gaúcho entre Gremio e Internacional. Un final dantesco. Ocho expulsados. Fue como ver una intensa escena típica de la Copa de otros tiempos, más allá de la violencia en un evento concebido hoy como decente espectáculo de consumo. Pero esta escena ha sucedido más de lo que, a veces, uno recuerda. Aquí un repaso de viejos escándalos en la Copa Libertadores.
PARTIDOS VIOLENTOS. En 1968, en el tercer partido de desempate por las semifinales, se enfrentaron en Avellaneda el Racing del goleador Norberto Raffo y el Estudiantes del doctor Carlos Bilardo. Los anteriores juegos ya habían sido una carnicería. El que le dio la primera de las tres copas a Estudiantes de la Plata fue una batalla campal disfrazada de fútbol: cuatro futbolistas presos, entre ellos Alfio Basile. El sociólogo Juan José Sebreli afirma en La era del fútbol (1998) que 1968 es el año de la cresta de la violencia en el balompié argentino, durante la dictadura del general Onganía.
En 1971, en Buenos Aires, Boca Juniors y Sporting Cristal de Perú elevaron el listón, en la Bombonera. Un simple partido de fase de grupos terminó con una trifulca histórica. La revista El Gráfico la definió como “la batalla más feroz” que el mítico estadio haya visto. Dieciocho jugadores fueron marcados con la tarjeta roja y, absolutamente, todos acabaron en una comisaría bonaerense.
En 1991, la imagen de los perros de la policía chilena pinochetista mordiendo al arquero de Boca, Carlos Navarro Montoya, en la fría noche de Santiago, fue una de las visiones que perduraron en la memoria de la década. Muchos extraños al partido, hostiles al borde del campo de juego, y un miembro del cuerpo técnico de Colo Colo que arrojó a un jugador argentino al foso, encendieron las semifinales. Hubo dos futbolistas argentinos detenidos, el maestro Óscar Tabárez cortado en la cara y el equipo chileno clasificado a la final.
En 2011, el 2-4 convertido por Fred a favor del Fluminense en cancha de Argentinos Juniors, sentenciando la clasificación del equipo brasileño, fue el sencillo detonante de una pelea de grandes proporciones regada por todo el campo de juego del Diego Armando Maradona. Aquella noche, Santiago Salcedo hizo de penal uno de su veintiún goles en copas, a favor del equipo de La Paternal.
Estos son solo algunos de los muchos ejemplos que se pueden encontrar en Youtube de escándalos dentro del rectángulo de juego en la Copa Libertadores.
A despecho del fútbol moderno y de la violencia, en tierras sudamericanas aun reina la chispa peleona, a veces grave, de un fútbol comprendido no solo como juego ni solo como negocio.
Cerro Porteño batalla en São Paulo
Un caso que involucra a un equipo paraguayo ocurrió en 2006. El defensor paraguayo de Cerro, Carlos Báez, y el delantero brasileño del Palmeiras, Washington, estuvieron en el centro de la gresca. Luego de que Báez y Douglas fueran expulsados y la policía haya entrado con refuerzos a repartir bastonazos para calmar las mutuas agresiones, el juego continuó con la victoria del equipo de barrio Obrero 1-2, aunque el clasificado fue Palmeiras.