Observada desde cualquier punto de vista, la producción de biocombustibles sólo puede traer beneficios al Paraguay. Por una parte, el desarrollo de combustibles alternativos servirá para sustituir la importación del petróleo, que genera un real desbalance en nuestra balanza comercial, así como una dependencia indirecta y no deseada en materia de política exterior.
En segundo lugar, el incremento de la producción agrícola y el consiguiente aumento de mano de obra se convertirán en un factor multiplicador del sistema económico, tan necesitado de mayores y más diversificadas fuentes de sostenibilidad.
Finalmente, la producción de biocombustibles tiene una incidencia directa en materia medioambiental, puesto que es funcional con lo estipulado en el Protocolo de Kyoto sobre el Cambio Climático, que establece una reducción sustantiva en las emisiones de dióxido de carbono.
Los “profetas de calamidades” (como el papa Juan XXIII denominó a quienes sostienen una visión permanentemente pesimista o apocalíptica de la realidad) no han tardado en impugnar esta trascendental iniciativa. Entre ellos descuella el siempre polémico presidente de Venezuela, Hugo Chávez Frías, quien tiene razones de peso para denigrar esta propuesta.
Es obvio que su ingente producción petrolera y los incontables beneficios geopolíticos que de ella se derivan (y que sólo han servido para generar un nuevo estilo de dependencia en América Latina y el Caribe) lo motivan a rechazar la alianza hemisférica por los biocombustibles.
Sin lugar a dudas, Chávez pretenderá imponer su visión unidireccional de las cosas durante la Cumbre Energética que se realizará la próxima semana en Isla Margarita. No obstante, Paraguay debe rechazar enérgicamente esta proposición.
El camino del Paraguay es soberano. En esta línea debe mantener su intención de sellar una alianza estratégica con el Brasil, la cual le permitirá contar con toda la transferencia de tecnología y el financiamiento necesarios para hacer de la producción de los biocombustibles una verdadera política energética que, sin lugar a dudas, favorecerá la construcción de un modelo propio de desarrollo y de inserción geopolítica en la región.