El pequeño pasillo está repleto. La primera sensación es de desorientación, a la que luego se sumarán sentimientos de rabia y frustración. Ante la falta de algún punto o mesa de información, lo único que resta es llegar a empujones hasta una de las dos ventanillas habilitadas al público, a preguntar qué pasos seguir. Hay que hacerlo a los gritos, pues los cristales que “protegen” a los funcionarios son gruesos.
“Retire el número”, responde el muchacho acorbatado, con tono de indiferencia, señalando hacia algún lugar. Y sí, ahí tomé consciencia de donde estaba: ¡Bienvenido a la sección laboral del IPS!
Era el inicio del penoso camino por cobrar el subsidio por reposo. De eso hace ya casi dos meses. En aquella ocasión, en la que tuve que esperar 40 minutos para presentar los papeles correspondientes -no sin el temor de que falte alguna visación, sello, firma, ficha, receta o foto carnet, que implique una nueva demora- también me cupo presenciar cómo una mujer adulta mayor, proveniente del interior y con evidentes rasgos de estar sometida a un delicado tratamiento médico, era informada de que sus papeles “están corriendo”, pero aún no tenía fecha de cobro y debía volver o llamar otro día.
¿Quién le cubre los gastos, mientras tanto? ¿De qué vive un funcionario u obrero -más aún accidentado o enfermo- hasta tanto el IPS supere su burocracia e ineficiencia y pueda entregarle el monto que le corresponde? ¿Quién paga sus cuentas, sus cuotas?
Hay situaciones que no se pueden comprender ni tampoco tolerar. No es posible que las autoridades del IPS no tengan en cuenta factores elementales en la atención de los asegurados, más aún de aquellos que se encuentran en situaciones particulares. Esta institución, que administra miles de millones de guaraníes mensuales, tiene en su lista a unas 6 mil personas esperando cobrar este beneficio; es algo inadmisible.
Corresponde a las autoridades plantear sistemas que permitan acelerar los trámites y crear mecanismos de distribución de personal y recursos para superar los problemas existentes en todas sus dependencias. No hablamos de un privilegio ni nada por el estilo. Es un derecho de los asegurados, y una obligación de los que están al frente. A los responsables del IPS, que reciben buenos salarios, corresponde salir de sus oficinas, ir a estas dependencias y mirar a la persona concreta, con sus necesidades y padecimientos cotidianos. Es un reclamo de la gente y una obligación de sus autoridades.