Patricia Goto, economista de la consultora, señaló que el año pasado la contracción de la actividad en nuestro país fue mucho menor de la esperada inicialmente, sobre todo en la época de las restricciones sanitarias más estrictas por el Covid-19. Para la analista, la caída del PIB en 2020 -que CPA Ferrere calcula por debajo del 1%- está explicada en la estructura productiva del país, considerando que principalmente en el sector primario repercutió poco la adopción de las medidas de distanciamiento social, a lo cual se sumó la favorable condición climática para la producción.
De cara a este año, Goto explicó que de mantenerse la tendencia actual del precio internacional de la soja y de concretarse óptimos resultados en la producción del grano, la actividad del sector se presentaría como un componente dinamizador en el proceso de recuperación, considerando la cadena de valor de la soja y su incidencia.
Sin embargo, apuntó que hay aspectos que se proyectan como limitantes, como, por ejemplo, el hecho de que la región es actualmente “barata” en términos reales, lo cual condicionará la reactivación del sector comercial y de servicios, con foco en aquellos ubicados en la frontera y los relacionados al turismo. Este escenario también propicia prácticas como el ingreso ilegal de productos desde la región afectando a industrias locales, según el análisis.
Por otra parte, el reporte de CPA Ferrere añade que la incertidumbre respecto a la evolución de la epidemia lleva a los agentes económicos a mantenerse cautos, con menor propensión a consumir y a invertir. “Es probable que dicha postura persista en el 2021 condicionado por la situación sanitaria y el avance de la vacunación”, sostiene.