08 ago. 2025

Guyraû, un canto salvador

El investigador de nuestro folclore y destacado periodista Mario Rubén Álvarez, evoca en estas líneas cómo surge entre José Asunción y Carlos Federico Abente una nueva obra.

“Entre 1946 y 1947, Carlos Federico Abente, en Buenos Aires, escribió la letra de Guyraû. Partió del relato que su entrañable amigo José Asunción Flores le había hecho. La guarania fue escrita entre 1925 y 1930. En ese lapso, el joven músico, que entonces vivía en la Chacarita, cruzó en bote el río Paraguay. Fue a Chaco’i a visitar a un amigo extranjero.

Una mañana el dueño de casa, que llevaba una escopeta, acompañado por Flores, fue a revisar su maizal para matar los guyraû, llamados también chopî –pájaros negros– que arrasaban sin piedad sus plantines recién brotados. En el trayecto, llegando al sembradío, escucharon el maravilloso canto de un ave. Provenía del tupido follaje de un árbol. Sigilosamente los dos se pusieron debajo de la planta y vieron que el cantor era… ¡un guyraû!

Maravillado y conmovido por lo que descubrió, el que venía dispuesto a matar, le dijo a su compañero: “Si canta tan bien, no me importa… ¡que siga comiendo mi maíz!” Ese episodio sirvió de inspiración a José Asunción Flores.”

Acotemos que, en el estreno en Rosario, esta obra escrita para solista, coro y orquesta, tuvo en Óscar Mendoza a un intérprete privilegiado, que satisfizo la expectativa del público. Mendoza llevó años después al disco este y otros temas del repertorio floriano. También fue destacable la excelente versión de la Orquesta y Coro Unidos de la Radio y Televisión Soviética, que, en 1969, procedía a grabar la mayoría de las composiciones sinfónicas del Maestro, bajo la dirección del gran Yuri Aranovich. Ésas cuidadas grabaciones, que constituyeron motivo de satisfacción y orgullo para el creador paraguayo, fueron traídas a Buenos Aires.

QUE SU LEGADO LLEGUE AL PARAGUAY

Como detalle personal puedo comentar que, a fines de ése año 1969 y estando en la capital argentina Carlos Saguier y yo, para la edición final de la película El Pueblo, el Maestro –quien se había sentido impresionado con el film– nos convocó y nos encontramos en un bar céntrico.

Allí nos comentó que tenía las cintas grabadas con sus obras, pero en formato profesional, y que quería hacer llegar una copia de las mismas a Radio Cáritas, de Asunción, ‘es la única que difunde mi música’, nos diría. Accedimos con gusto y acordamos encontrarnos al día siguiente en un estudio de grabación, donde, me recuerda Carlos Saguier, se estaba procesando la banda sonora del citado film.

En dicha jornada acudió el Maestro con cintas grandes, de 15 pulgadas y alta velocidad, que la pasamos, mediante el personal técnico, al formato estándar de las cintas para reproducción en radio. Concluido lo cual, salimos a la vereda a conversar un momento y donde ante la alegría que yo expresaba por ese hecho y el positivo reconocimiento del público que tendrían sus obras una vez emitida por la citada radio, el Maestro me atajó diciendo que el público de Paraguay no estaba en condiciones de apreciar su música todavía, que las condiciones de falta de libertad y de condiciones adecuadas para los artistas en general y los músicos en particular, impedían que se estuviera en condiciones de comprender su obra. Lo que hacía, de todos modos, era lograr que su legado llegara hasta su país y esperara su tiempo. Una reflexión que nos impactó a ambos, ya que lo conocíamos como una persona sonriente y optimista. Pero, el Maestro miraba en perspectiva y no se hacía ilusiones sobre el momento que vivía el país. Su apuesta era al futuro, al surgimiento de nuevas camadas de músicos y directores, de compositores inquietos, que pudieran apreciar y difundir sus creaciones y se creara un nuevo público, ‘y para que eso ocurra deben pasar cincuenta años’ expresó con gesto facial nimbado de seriedad. Sabía que no estaría ya para vivir ese momento. Pero estarían sus obras.

Cumpliendo, en parte con ese mandato, sus amigos del Ateneo Cultural José Asunción Flores, llevaron a cabo en el 2001 la impresión de 3 mil cedes con todas sus obras sinfónicas grabadas en Moscú, que fueron distribuidos a colegios e instituciones educativas de todo el país.