16 sept. 2025

Escasa presencialidad y los mismos dramas se vieron en regreso a aulas

Alumnos están felices por volver a escuelas, donde medidas preventivas son respetadas. Los directivos apuntan contra protocolo que exige autorización de ambos padres para el retorno.

Suena el timbre, terminó el receso. Angelo, al igual que sus compañeras y compañeros, forma fila para lavarse las manos en la escuela Juan Ramón Dahlquist, asentada en el barrio Ricardo Brugada. Su profesor lo espera en la puerta del aula para rociarle las palmas con alcohol.

En su sala, así como en el resto de la institución educativa, se cumplen todos los protocolos de distanciamiento físico. De hecho, la asistencia es muy escasa. Menos del 40% de las familias firmaron la autorización para las clases presenciales para lo que resta del curso lectivo. Ayer no estaba presente ni este porcentaje del estudiantado.

La escuela pública no cuenta con un servicio fluido de agua potable debido al colapso de las cañerías.

Instalaron un tanque provisorio para el lavado de manos. Los lavatorios instalados fueron donados por organizaciones no gubernamentales. El techo del corredor de la entrada está clausurado porque fue mal construido y cada tanto caen pequeños retazos del material.

“No hay riesgo de derrumbe, pero sí muchas goteras tanto en el corredor como en tres aulas que no podrán ser utilizadas en los días de lluvia”, lamenta la directora Midonia Guillén.

A través de la microplanificación ya solicitaron al MEC y al Municipio capitalino intervenciones para reparar las viejas cañerías que se esconden debajo de las salas de clase, así como para la refacción de parte del techo.

Más adentro, en la Chacarita, todavía no hay clases presenciales, como en la escuela Elisa Alicia Lynch.

Burocracia. En la escuela Lynch, su director, Juan Pérez, indica que muchas familias no enviarán a sus hijos todavía debido al trámite que solicita el MEC para autorizar las clases presenciales o semipresenciales. Si los escolares no viven con los progenitores, se labra acta, se entrega a la institución, luego a la supervisión de la zona y luego al Poder Judicial. Después, todo este proceso se repite.

“Nos reventaron la burbuja con los protocolos de autorización”, exclamó la coordinadora de la escuela Juan Manuel Frutos de Barrio Obrero, Rocío Karina Godoy. Por un lado, pregonan la necesidad de un retorno a clases, pero ponen una traba gigantesca al pedir las firmas de ambos padres.

“Pareciera ser que no tienen una lectura de la realidad nacional, en el país en un gran porcentaje la figura paterna está ausente”, continúa.

La ubicación, a menos de 50 metros de una comisaría llena de agentes policiales, no impidió que sufran un centenar de robos durante el año y medio de pandemia del Covid-19.

Las profesoras donaron insumos para que ningún chico quede sin muebles por los hurtos y también hermosearon el centro. Esperaban recibir al 80% de los más de 800 estudiantes, pero por las trabas de la cartera educativa, son menos del 10% quienes asisten a las aulas.

Mediante donaciones y autogestión, casi cada aula tiene su propio lavatorio.

Preferencia. Como Angelo, niños, niñas y adolescentes mostraron su preferencia por las clases en aulas y no a distancia. “Entiendo mejor si me lo explica el profesor en el grado. En la casa cuesta entender”, dice el chico.

La profesora cuenta que la realidad también muestra que muchos tienen un celular, para varios hermanos, por lo que cuesta seguir con el ritmo de las lecciones.

Pido al presidente y al ministro de Salud que lleguen las vacunas para nuestros nietos, para familias pobres. Zunilda Riquelme, abuela de alumnos..

Me gustan más las clases presenciales, mi materia favorita es Matemáticas y no entiendo bien a distancia. Angelo, estudiante de 5º grado.