Por Gloria B. Rolón L.
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El presidente de la República Nicanor Duarte Frutos sorprendió a propios y extraños el sábado pasado, en la convención de su partido –el colorado, obviamente–, no sólo por lo extenso (habló más de una hora leyendo de vez en cuando lo que parecía ser una ayuda memoria) de su discurso sino por lo mucho que con él dejó desvelado.
¿Que usted no lo escuchó? ¡Dios, no sabe lo que se perdió! Llame urgente a alguna radio –creo que fue radio 1000 la que transmitió en directo e in extenso– y pídales una copia. Usted, señor, usted señora, no puede perderse semejante exposición, ¡de antología! como dirían los entendidos en materia literaria. Sí, ¿no me cree? Como primer dato le cuento que su intervención fue igualita a la que suelen tener Hugo Chávez y Fidel Castro en encuentros multitudinarios o ante las cámaras de Tv en congresos internacionales... de extenso, digo. Porque en el contenido –aunque lo intento– lo único que nuestro presidente demostró es que o es un gran pero gran demagogo o, como dicen los psicólogos, tiene un problema de personalidad múltiple y encima no distingue lo real de lo ficticio, o sencillamente nos tomó del pelo a quienes lo escuchamos.
Sus tres años y medio de gobierno –y sus 8 y tantos en el Ministerio de Educación– había sido que ya estaban inspirados en su “socialismo humanista”.
En todo ese tiempo además hizo tan pero tan bien las cosas que el atraso escolar, el deterioro evidente y palpable en la educación en general, la huida o no venida de capitales al Paraguay y los más de 200.000 paraguayos y paraguayas que salieron corriendo del país, buscando una oportunidad para ellos y sus hijos, no fueron sino una parte de la construcción de su dichoso socialismo humanista.
No sé usted, pero yo no sabía –y aquí apunto sólo al fenómeno que se evidenció con más fuerza desde que él asumió el gobierno de la República– que ese éxodo de compatriotas desesperados formaba parte del “conjunto de pensamientos y de acciones en favor de los que menos tienen”.
Y tampoco sabía que esa falta de opción laboral, que hace que cada año en el país 100.000 personas queden sin poder trabajar (Última Hora, viernes 13 de abril de 2007, página 3) ahora se llama “solidaridad”.
Ah, ah, casi me olvido: la ausencia de inversores en el país, había sido nada tiene que ver conque aquí no haya seguridad jurídica o que abunden el latrocinio y las prebendas, sino que es responsabilidad única y exclusiva del capital. Los empresarios nomás son los que no quieren venir a invertir a Paraguay porque aquí no se les deja ser “explotadores ni expoliadores”.
Ay, para qué le cuento más. Compruebe usted mismo, señor, usted misma, señora, escuche en la tranquilidad de su hogar el discurso de Nicanor y me dará la razón: nos tomó por tontos y tontas absolutamente a todos.