Aunque las negociaciones son frenéticas y el resultado aún incierto, ya está en marcha el proceso que deberá definir si se apoya o no la destitución de ambos, o solamente será uno de ellos la víctima, o si acaso se procederá a un eventual salvataje de los legisladores, en el marco de la denominada Operación Cicatriz, que busca unir a los sectores que hasta ahora han corrido enfrentados dentro de la Asociación Nacional Republicana, Partido Colorado, tanto del movimiento Honor Colorado, que lidera el ex presidente de la República Horacio Cartes, como de Colorado Añetete, bajo la dirección del actual mandatario, Mario Abdo Benítez.
A eso se ha reducido gran parte de la participación política de los representantes del pueblo en los cuerpos legislativos: un espectáculo circense.
Desde sectores ciudadanos, especialmente de los pobladores de Ciudad del Este y de Villarrica, de donde proceden Zacarías Irún y Friedmann, respectivamente, se argumenta que existen sobradas razones para que ambos políticos sean sometidos a la pérdida de sus funciones como legisladores por las acusaciones de presuntos graves hechos de corrupción, por los cuales están siendo investigados. Solo que, en este caso, la posibilidad de que ello ocurra no obedecerá precisamente a un deseo de la mayoría de sus colegas de que se haga justicia, sino a la sucia guerra de todos contra todos que se ha instaurado en el ámbito legislativo como en otros espacios de la política.
Es preocupante el nivel de deterioro al que se ha llevado la función legislativa. Ya todo se ha convertido en una transacción vulgar, en que los distintos bandos de poder entregan una cabeza a cambio de otra. No es un proceso de necesaria depuración de la actividad partidaria salpicada por interminables hechos de corrupción, sino un puro mercadeo político, que bastardea los principios de la democracia representativa. A este político acusado se lo saca por pura conveniencia electoral, pero a este otro, involucrado en hechos aún más graves, se lo defiende y se lo mantiene, porque es parte de la rosca.
El Parlamento debe ser el órgano más vivo de la democracia y debe ser la expresión más elevada de la representación popular. No puede seguir siendo un lamentable espacio en donde, en lugar de debatir con altura los problemas nacionales y hallar soluciones a través de los instrumentos de elaboración de leyes, se acaban dirimiendo las diferencias y las rencillas entre uno y otro bando, entre uno y otro caudillo, con peleas inacabables, como si el espacio legislativo fuera un vulgar ring de boxeo.
No puede ser que a cada rato se estén echando unos a otros de la función para la que fueron elegidos, obedeciendo a caprichos de venganza, o de mayor conquista de espacios de poder, vulnerando el derecho de quienes votaron y eligieron.