Por Jorge Chipi Vera
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Cuando llegó a Berlín para competir en los Juegos Olímpicos de 1936 -realizados por el dominio nazi para demostrar la superioridad de la raza aria sobre el resto- Jesse Owens era considerado tan solo un “auxiliar negro del equipo estadounidense”.
La propaganda nazi era tan fuerte que despreciaba a este tipo de atletas. Lo que no sabían era que este sencillo hijo de agricultor y nieto de esclavos les pintaría la cara en pocos días, colgándose en el pecho nada menos que 4 medallas doradas.
James Cleveland Owens ganó en el Estadio Olímpico de Berlín, ante más de 100.000 espectadores, las pruebas de 100 y 200 metros llanos, el relevo de 4 x 100 y salto de longitud, una hazaña nunca antes alcanzada.
LEYENDAS URBANAS. Andan diciendo por ahí, como manifiesta la letra de una música, que Hitler no extendió la mano para saludar a Owens por ser una persona de color.
En verdad, hay dos versiones. Una es la que acabamos de significar, y la otra, que en verdad fue el Comité Olímpico Internacional el que sugirió al Führer que salude a todos los ganadores o a ninguno.
LA VERDAD. Sin embargo, cuenta el atleta en su autobiografía (The Jesse Owens History, 1970) lo siguiente: “Cuando pasé, el canciller se levantó, me saludó con la mano y yo le devolví la señal. Pienso que los reporteros tuvieron mal gusto al criticar al hombre del momento en Alemania”, indicó.
NADA CAMBIÓ EN USA. También Owens señala que “cuando volví a mi país natal, después de todas las historias sobre Hitler, no pude viajar en la parte delantera del autobús. Volví a la puerta de atrás.
“No podía vivir donde quería. No fui invitado a estrechar la mano de Hitler, pero tampoco fui invitado a la Casa Blanca a dar la mano al presidente”, indicó irónicamente.
¿Y DESPUÉS DE LA GLORIA? LUEGO DE LAS CUATRO MEDALLAS Y LA MAGNITUD QUE ALCANZÓ EN LA PROPIA ALEMANIA, DONDE LA GENTE LE PEDÍA FOTOS Y AUTÓGRAFOS, JESSE OWENS SE GANÓ EL PAN DE CADA DÍA CORRIENDO CONTRA CABALLOS, PERROS Y MOTOS, ADEMÁS DE PROMOVER EL DEPORTE Y SER UN ANIMADOR DE ESPECTÁCULOS.
También fue gerente de una cadena de limpieza en seco, que quebró y no le pagó.
CANCER. Owens, durante 35 años, había fumado una cajetilla de tabaco por día, hasta que falleció de cáncer de pulmón en marzo de 1980 a los 66 años.
Sin dudas que el episodio final de su vida no fue el mejor.
Un deportista de su categoría merecía algo más. Cuatro medallas de oro, en Berlín, ante los nazis, no es poca cosa.
Aquel “negro auxiliar del equipo estadounidense” fue nada menos el hombre que venció a Hitler.
La propaganda nazi era de un constante desprecio a este tipo de atletas.