La pobre mujer ya no lo pudo resistir. Era el tercero de sus hijos que la mafia fronteriza le arrebataba a balazos.
El 16 de octubre de 2014, el día en que unos oscuros sicarios acribillaron al periodista Pablo Medina, en Villa Ygatimí, doña Ángela Velázquez de Medina sintió que una espada puntiaguda atravesaba su corazón, y desde entonces ya no pudo recuperarse.
Tras 32 días de estar internada en el Hospital Central del Instituto de Previsión Social, en Asunción, doña Ángela no resistió la cirugía cardiaca a la que fue sometida y falleció el pasado miércoles.
Ella estaba deprimida y se negaba a ingerir alimentos, según relatan sus familiares. Quizás sabía que el único alimento que le podía dar un poco de consuelo –la justicia– se encontraba lejos, aún muy lejos de poder llegar a hacerse realidad.
Es lo que sucede cuando se engendran hijos con sensibilidad social, que adoptan valores de idealismo, en una sociedad de injusticia, corrupción e impunidad.
Hace más de una década, otro de sus hijos, Salvador, de la emisora comunitaria Ñemity FM, de Capiibary, fustigaba desde su programa radial a los depredadores de bosques, traficantes de madera y marihuaneros.
El 5 de enero de 2001, un enmascarado asesinó a balazos a Salvador, a orillas de un camino. Tras el escándalo que produjo el crimen, la Justicia determinó que Milciades Maylin fue quien disparó, pero nunca pudo atrapar a los otros 5 sospechosos, ni esclarecer quién ordenó el crimen.
Otro de los hermanos Medina, Salomón, fue asesinado a balazos en la fronteriza ciudad de La Paloma, Canindeyú, el 15 de diciembre de 2002, en circunstancias nunca aclaradas. Salomón era docente y activo luchador social. Sus denuncias molestaban a muchos poderosos de la región.
El asesinato del tercer hermano fue el que más conmoción produjo, quizás porque Pablo era corresponsal de un importante medio periodístico, el diario ABC Color. El escándalo sacudió el avispero y facilitó la revelación de los nexos del narcotráfico en el mundo político, pero a tres meses del crimen los asesinos siguen libres y se pasean por la frontera paraguayo-brasileña, gestionan documentos y hasta cierran operaciones de venta de ganado, ante las narices de muchas autoridades.
¿Cómo sobrevivir a que la mafia asesine impunemente a tres de tus valientes hijos, en lucha por un país mejor, y a que la Justicia haga tan poco por aliviar tu herido corazón de madre?
En algún lugar entre las estrellas, doña Ángela estará abrazada con Pablo, Salomón y Salvador. Mientras, nosotros seguimos aquí, padeciendo el avance de una casta política mafiosa que amenaza con devorar al país y consumir las mejores esperanzas de nuestros hijos. Al menos, hasta que seamos capaces de unirnos y decir: ¡Basta...!