18 abr. 2024

El cardenal Adalberto buscará ser un “puente de unidad y diálogo”

Pepe Vargas

Todavía emocionado por el “inesperado recibimiento” y las muestras de afecto durante la caravana que lo llevó del Aeropuerto hasta la Catedral Metropolitana, monseñor Adalberto Martínez, el primer cardenal del Paraguay, manifestó que llegó de Roma con el desafío de convertirse “en un factor para el encuentro y el diálogo”, los cuales –considera– son “imprescindibles” para alcanzar la paz social en el país.

Su investidura cardenalicia “puede contribuir a la unidad y el entendimiento entre los paraguayos”, afirmó. Desde luego, refirió que su lema –en sus casi 25 años en el episcopado– es que “todos sean uno” y esa consigna seguirá siendo la brújula de su programa pastoral ahora como cardenal. “La etimología de la palabra cardenal es ser como una bisagra. Es decir, un punto de apoyo que pueda servir para que otras cosas giren, se sostengan. Por consiguiente, para las necesidades de la iglesia y de la nación, ser cardenal puede contribuir para la unidad y para la comunión”, sostuvo ayer durante el acto oficial de presentación en la explanada de la Catedral de Asunción. “Creemos firmemente que la investidura de cardenal que la Iglesia nos otorga como dignidad, como misión, como compromiso, nos desafía a poner todo nuestro empeño para constituirnos en un punto de apoyo, en un puente, en un factor para el encuentro, el diálogo y el entendimiento entre los paraguayos. Un bien mayor que beneficiará a todos”, subrayó. Y señaló que el Santo Padre propone que tanto la acción pastoral como la acción política “asuman el modelo del poliedro”, donde confluyen todas las partes sin perder su identidad y su originalidad. “Es necesario recoger lo mejor de cada uno y que uno pueda aportar al todo”, lanzó ante un auditorio compuesto por centenares de fieles, representantes de los tres poderes del Estado, algunos ministros del Gobierno y el cuerpo diplomático. No asistió como se había anunciado al principio el presidente de la República. MENSAJE A LAS ÉLITES El cardenal Adalberto es partidario de que se fomente “el principio de que la unidad prevalece sobre el conflicto”; en vista de que en el país “tenemos muchas situaciones conflictivas” –dijo– y que “si no se manejan con prudencia y con sentido de bien común, pueden traducirse en violencia y luto”, advirtió en clara alusión a los desalojos de tierras que afectan a muchas comunidades indígenas y campesinas por igual “No podemos ignorar o disimular los conflictos, se deben asumir los conflictos y desarrollar la capacidad de sufrirlos, resolverlos y transformarlos en un eslabón de nuevos procesos que propicien la paz social”, recalcó. Para el arzobispo metropolitano, es posible desarrollar una “comunión en las diferencias”; lo que nos exige grandeza de espíritu que “anime a ir más allá de la superficie conflictiva y mirar a los demás en su dignidad más profunda”, completó su alocución que bien pudo estar dirigida a los actores políticos que hoy están enfrascados en una carrera electoral de cara a las internas partidarias y las elecciones generales del 2023. DENOMINACIÓN Y BULLICIO Su “eminencia reverendísima” es el tratamiento eclesiástico que recibe monseñor Adalberto Martínez Flores como miembro del Colegio Cardenalicio, órgano de máxima jerarquía de la Iglesia Católica, desde el sábado 27 de agosto pasado, fecha histórica en que fuera creado por el papa Francisco como el primer cardenal del Paraguay. Pero a él –siempre distante de las pompas y el boato– no le molesta si le dicen monseñor o pa’i Adalberto, como le llaman quienes lo conocen desde sus primeros pasos en el sacerdocio. En efecto, una de las tantas paradas que tuvo el bus panorámico que lo llevó del Aeropuerto Internacional Silvio Pettirossi hasta la Catedral de Asunción fue frente a la parroquia Salvador del Mundo. Allí el cardenal había sido cura y los vecinos de la zona lo saludaban con mucho fervor. Cuentan que lo conocían como pa’i Chano, el apodo que le pusiera de pequeño su padre, don Aureliano Martínez. Entre ademanes de saludo y reverencias, el arzobispo metropolitano devolvía –sonriente– el cariño que le prodigaba el nutrido grupo de feligreses que estaba esperándolo desde tempranas horas para recibir su bendición. Pese a todo el trajín en el Vaticano y el cansancio por el largo viaje desde que salió de Roma –el pasado miércoles, cerca del mediodía de Paraguay– el semblante del cardenal adquirió la tónica de un niño con juguete nuevo. De hecho, cuando egresó de la puerta de desembarque de la terminal aérea le brillaban los ojos por la emoción al hallarse de pronto rodeado de niños y jóvenes que componían el coro de niños de la parroquia Virgen del Rosario de Luque y la banda municipal de música y danza. Casi todo el trayecto, que duró al menos hora y media, el cardenal lo hizo parado amarrado de la barra de seguridad del Open Bus y se notaba que no dejaba de sorprender lo que veía a su paso: Decenas de personas desfilaban en algunos tramos de su recorrido, entre estudiantes que salían a la vereda de las instituciones educativas, como trabajadores que dejaron por un rato la oficina o sus puestos para verlo pasar. “En esta procesión desde el Aeropuerto hasta acá, realmente, a mí me ha emocionado profundamente. El ver tantas personas que desde sus lugares de trabajo salían; así también tantos niños y jóvenes de escuelas y colegios”, expresó.


PRIMER PURPURADO DEL PARAGUAY

PRIMER PURPURADO DEL PARAGUAY

emotivo. Miles de católicos salieron al paso de la caravana que llevó al arzobispo desde el aeropuerto a la Catedral.

El Papa me ha dicho: ‘Yo ya lo quería hacer antes, quería ya nombrar al cardenal antes; pero no se dieron las circunstancias’.

La investidura de cardenal nos desafía a poner todo nuestro empeño para constituirnos en un punto de apoyo, en un puente.

Para las necesidades de la Iglesia y de la nación, ser cardenal puede contribuir para la unidad y para la comunión.

Tenemos muchas situaciones conflictivas que si no se manejan con sentido de bien común, pueden traducirse en violencia y luto.
Adalberto Martínez,
cardenal.

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