24 abr. 2024

El Cañonero

Hubo un día de 1987 en que Francisco Javier Arce tomó sus cosas, recorrió setenta kilómetros y llegó solo a Asunción en búsqueda del fútbol profesional.

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Un cañón en los pies. Francisco Arce posa junto al cañón Criollo en una hermosa postal de archivo del diario Última Hora que data del 2004. Chiqui tuvo una pegada con el pie derecho que era pesadilla de los arqueros.
Con ese acto repetía lo que tantos otros, antes y después de él, han hecho con sus ansias por jugar en Primera División en un equipo asunceno. Tenía 16 años cuando recaló en un añejo y apergaminado club del barrio Pinozá, en el sureste de la capital paraguaya. Fue traído ahí por el descendiente de inmigrantes croatas y ex futbolista Joaquín Toto Yugovich.

El adolescente que era Chiqui entonces fue excedido por el impacto de la ciudad de fines de los años 80, un poco convulsa ya y en los últimos estertores del boom de Itaipú. Volvió el mismo día a su valle, la compañía Jorge López Moreira de Paraguarí, más bien conocida por propios y extraños como Ñuati.

Estamos en los espinosos momentos previos a la aparición, desde las anónimas divisiones formativas de tres clubes importantes de Asunción y, aún antes, desde su periplo por varios equipos del noveno departamento, de una estrella del fútbol sudamericano, de un futbolista fino en dos sentidos del término: con una seda exquisita en el pie derecho, para halagar al balón; flaco, alto y movedizo, en los alrededores del mediocampo, para apeligrar con la pelota el arco contrario. Porque por aquellos años Arce era lo que se conocía como un diez: una entidad más libre hoy en desuso, jugando por delante de los volantes.

EL NÚMERO 15. Había comenzado a competir a los 15 años en el 15 de Mayo de Ñuati, cuya cancha está frente a la que fue su casa materna.

Francisco Arce respiró fútbol desde que aprendió a caminar y pudo, literalmente, cruzar el portón de su morada.

Cuando jugaba en el Coronel Sánchez de Carapeguá, en 1988, lo vio alguien con quien se volvería a encontrar otros tantos días de su vida en diferentes equipos, alguien que sería una marca pedagógica en su vida: Don Sergio Markarián. Así, Don, como le dicen Chiqui y quienes conocieron al técnico uruguayo de ascendencia armenia. Un título de prestigio y conocimiento. Él hizo que lo llevaran al Sol de América de Villa Elisa, que necesitaba un plantel más frondoso con miras a la disputa de la Copa Libertadores 1989 como subcampeón paraguayo.

EN SOL. Allí jugó Arce en la Reserva. Volvió un tiempo hacia fines de ese año al fútbol campestre. “Estuve en la selección juvenil de Paraguarí. Fuimos vicecampeones, en un partido de esos que se jugaban entre capital e interior. Perdimos con Olimpia en el estadio (Defensores del Chaco). Antes también había jugado, en el 87, en la selección yaguaronina”, informa acerca de su prehistoria profesional.

Aquel día en Guaraní más los otros entre Paraguarí y Villa Elisa serían la antesala de su llegada al club que lo catapultaría al fútbol profesional. Uno en cuya tradición de juego encajaría, fértilmente, entre 1989 y 1994: Cerro Porteño.

CON EL MUÑECO. Un ex jugador del Ciclón, Juvencio El Muñeco Osorio, entonces en el atardecer de su carrera, lo vio jugar ya en 1986, según cuenta Arce. Tiene que haber sido cuando estaba de paso por el país, pues Osorio militaba entonces en el Portuguesa de Venezuela. Lo que agrega un dejo de azar a la historia del arribo de Chiqui a Cerro.

“Por lo visto, miraba partidos en el interior. Se fue a hablar con mi padre, pero entonces la prioridad era terminar la secundaria. Tenía 16 o 17. Después tenía el compromiso de estudiar en la universidad”, retrocede en el tiempo, a través del teléfono.

Ya iban dos años que quedar en un club capitalino era su aspiración, cuando lo logró al mismo tiempo de ser estudiante de economía en la Universidad Nacional de Asunción. “Estaba feliz”, resume. Comenzaba un idilio particular con la camiseta azulgrana, desde la misma categoría juvenil (lo que hoy sería Sub 19) a donde llegó. Cuenta: “Nosotros teníamos un equipazo en esa categoría (Juvenil). En la cancha de Atlántida entrenábamos. Después ya lo hicimos en La Ollita, que en ese entonces todavía estaba dirigida en otro sentido y pelada; estaba como está orientada La Olla, digamos. Campeonamos en la Juvenil y luego subo a la Especial, como entonces se llamaba (a la Reserva)”.

1994 es el año. Cerro Porteño había tenido un gran equipo en las dos temporadas anteriores con Paulo César Carpeggiani, quien había abandonado barrio Obrero por Sajonia y la Selección. El año anterior, solo un gol de Raí en la ida en el estadio Morumbí clasificó al São Paulo de Telé Santana, contra el del viejo zorro que había llevado a Flamengo a ser campeón de la Libertadores y el mundo en 1981.

Jugaban la primera finalísima del torneo de veinte equipos los ganadores de la primera y segunda fase, Cerro y Olimpia, respectivamente. Arce rememora: “Ellos tenían un equipazo. Los dos equipos eran una antítesis; ellos eran la experiencia y el recorrido; nosotros éramos la cantera. El que no era de nuestra camada era Juan Carlos Villamayor, y el más viejo de ese grupo, (Estanislao) Taní (Struway), que ya no estuvo en la final, tenía 26 años. Estábamos con un entrenador que era referencia para nosotros, porque era del club, el profe Gerardo González. Es muy estructural en Cerro eso. Subimos todos juntos los que estábamos ahí, Julio Enciso, (Carlos) Gamarra, Virgilio (Ferreira), (Héctor) Núñez, varios”.

EL GOL ELEGIDO. En el primer partido, Chiqui cobró una falta frente al área del arco norte, un poco sesgado.

“Ese gol. Yo mismo elegí el mejor de los que hice, porque es el más difícil de hacer, por la manera por cómo fue hecha la pegada, con comba, fuerte. Normalmente, desde allí se elige pegarle al palo del arquero. Los pateadores dudamos en que puede caer con fuerza la pelota, que baje. No hay distancia, generalmente. Jorge (Battaglia, arquero del Olimpia) lo sabía (ríe), es un buen amigo él. Pero los pateadores trabajamos para ese momento”.

Arce está parado frente a la pelota como si le fuera a pegar hacia las viejas tribunas populares de Este. Pero bien que apunta en otro lado.

“Ellos pusieron a (José) Cardozo, (Miguel) Sanabria y otro que no recuerdo, muy inteligentemente, por grandes. La pelota igual pasó y cayó. Fue lindo gol. Corrí mucho para festejar con Danilo (Aceval, arquero de Cerro), porque la cosa no estaba bien, no recuerdo por qué”, termina.

El dato
En los años 80, como todavía hoy, eran solo dos las categorías precedentes a la principal: la cuarta y la reserva.
Arce no jugó en ninguna de estas en su ciudad natal. En el año en que Paraguay volvió a los mundiales de fútbol después de casi tres décadas, Chiqui levantó su primer trofeo directamente en Primera División: el club 15 de Mayo de su barrio obtuvo, de manera inédita hasta ahí en su historia, el título de campeón en 1986.
Hoy día, el equipo en donde también surgió el futbolista del Olimpia, Carlos Rolón, es el campeón vigente de la Liga Regional de Fútbol de Paraguarí.

2 mundiales, el de Francia 98 (3 partidos) y el de Corea-Japón 2002 (4 partidos y un gol) disputó el Chiqui Arce.

2 títulos de Libertadores logró el Cañonero de Paraguarí: Con Gremio en 1995 y con Palmeiras en 1999.

Jugadores de la juvenil e infantil de Cerro 1989
Ricardo Sanabria (juvenil)
Rolando Azás (juvenil)
Alfredo Duarte (juvenil)
Elvio Sandoval (infantil)
Héctor Núñez (infantil)
Javier Espínola (infantil)
Roberto Torres (infantil)
Carlos Gamarra (infantil)

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