Blas Brítez
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En la Edad Media europea, un bestiario era un compendio de animales descritos en un manual de uso, esencialmente, para viajeros. Animales, a menudo, fabulosos. Los indígenas de nuestro continente (quienes jugaban a la pelota) tenían también una relación cotidiana y decisiva con animales. Está en la tradición de las culturas precolombinas y posteriores a la conquista americana relacionar la humanidad con el mundo animal. Graficar la vida humana con la de animales.
Por eso, no es casual que la sabiduría popular de América Latina haya encontrado en los animales la manera, casi siempre exacta, de designar a las personas con un apodo. Si hay un ámbito en el que los sobrenombres encuentran libre e imaginativo albedrío, es en los deportes. Y, entre estos, el fútbol se lleva las palmas en cuanto a profusión y popularidad de marcantes.
En Paraguay, el arte de apodar es rico. En general, los marcantes se refieren a parecidos físicos entre futbolistas y ciertos animales de diferentes especies, tanto de tierra, aire y agua, vertebrados e invertebrados. Ateniéndonos solo a los que actuaron en los últimos cuarenta años en nuestras canchas (que es el periodo en el que el fútbol encuentra en la televisión otro medio de difusión, además de la radio y los periódicos), encontramos una gran cantidad de profesionales cuyos nombres fueron célebres… acompañados de un animal.
Aquí un breve bestiario del fútbol nacional.
Entre los felinos encontramos a Roberto El Gato Fernández. Fue uno de los grandes arqueros paraguayos de los años 80. Atajó en Cerro Porteño. Jugó en España y Brasil. Al rostro algo gatuno le agrega una habilidad: capacidad de reacción, reflejos. Una buena muestra de ello es el penal que le detiene a Hugo Sánchez en el Mundial de México 1986.
Parte de los reptiles es Juan Bautista Teju Torales. Otro héroe del equipo de Cayé en México. Seguro y fiero en la marca, comenzó en Luqueño, pero la década que vistió los colores de Libertad lo convirtió en un histórico gumarelo. Entrando en los 90, encontramos a un invertebrado. Ceferino Villagra fue uno de los punteros izquierdos más veloces de su tiempo. Es por eso que al apodo Hormiga le agregaron el adjetivo “atómica”. Debutó en Cerro y jugó muchos años en Chile.
Andrés El Pulpo Duarte aporta la especie de los octópodos que habitan el mar. Lateral por derecha en el Cerro de Carpeggiani. De largas piernas y marca férrea, Duarte justifica así futbolísticamente su marcante.
A Julio César Enciso lo conocían como Anguja’i. Él incluye así a los roedores en nuestra lista. Ganador de la Copa Libertadores 2002 con Olimpia, Enciso roía el mediocampo con fervor en sus mejores años.
Así como sigue haciéndolo cuando juega Víctor Cáceres, llamado Topo. Los tálpidos que tienen vida subterránea. Sabemos que el ex jugador de Libertad y Flamengo, además de la apariencia, según dicen, excava la misma zona que roía Enciso, con la misma rigurosidad.
Las aves suelen colaborar con muchos apodos. El jugador de Guaraní Édgar Benítez es directamente Pájaro. Pero el inoxidable Sergio Aquino es específicamente Patito. Y Pedro Benítez, Ganso.
Los primates son varios. Citemos a dos: Ricardo Mono Tavarelli y Jorge Mono Brítez.
El mejor futbolista paraguayo en el exterior, Miguel Almirón introduce en este breve a los peces. Es la Anguila. Se mueve como una.
Para terminar, Víctor Quintana era, simplemente, El Animal.
Otros apodos
Jorge Benítez
Édgar Denis
Fredy Bareiro
César Ramírez
Roberto Acuña
Roberto Ovelar
Roberto Torres
Humberto Ovelar