Ochocientos años después del encuentro entre Francisco de Asís y el sultán al-Malik al-Kamil, el papa Francisco fue a la cuna del islam en su visita de hace quince días a Abu Dabi en los Emiratos Árabes.
Allí Francisco se presentó a los hermanos musulmanes como “un creyente sediento de paz”.
En el encuentro con ellos, Francisco manifestó su compromiso de diálogo con dos expresivos gestos.
El abrazo y beso, frente a la gran mezquita Zayed de Abu Dabi al Sheikh Ahmed-al Tayeh. Gran imán de la mezquita y universidad de El Cairo de Al-Ashar y la firma de una declaración conjunta en la que se comprometieron desde las dos religiones en “luchar contra los extremismos”.
El Documento sobre la hermandad humana por la paz mundial y la convivencia común manifiesta claramente el respeto de las diferentes religiones, la condena de toda discriminación, el derecho a la libertad religiosa, así como el reconocimiento a los derechos de la mujer a la educación, al trabajo y a sus propios derechos políticos.
Se hace énfasis, además, en una de las raíces más profundas del terrorismo yihadista, cuyo origen deriva de una mala interpretación de los textos religiosos, pero también a un deterioro de la ética y al debilitamiento de los valores espirituales y del sentido de responsabilidad.
El documento pide “a nosotros mismos y a los líderes mundiales a comprometerse a difundir la cultura de la tolerancia, la convivencia y la paz lo antes posible, para detener el derramamiento de sangre inocente y poner fin a las guerras…”.
Agradezco al teólogo Victorino Pérez Prieto toda la anterior información y quiero terminar este artículo con una frase muy interesante del Santo Padre.
Francisco, en los primeros días al ser designado Sumo Pontífice “expresó su firme voluntad de seguir el diálogo ecuménico con palabras tan expresivas como “no existe un Dios católico. Existe Dios”.
Ojalá que todos los cristianos pensemos así.
Pa’i Oliva