En la parte negativa hay un fallo capital. Los diversos gobiernos se olvidaron de esta población reclusa. Tacumbú tiene una población casi triplicada de lo que debiera de ser. El edificio es viejo. Humanamente inapropiado para seres humanos. Viven hacinados en un local sin lo necesario. Más aún, está comercializado. Dormir en una litera vale plata. Gran cantidad de reclusos tienen que dormir al aire libre sobre el suelo, sobre suciedad de colchones totalmente antihigiénicos.
Y en este desbarajuste global por falta de interés y de presupuesto, para la mayoría que ingresa, Tacumbú es un aprendizaje de delincuencia.
Añadamos la mezcla de personas sanas y mentalmente enfermas. Lo cual es un peligro que en cualquier momento causará víctimas.
Inexplicablemente, frente a este desastre están las piezas vips, donde narcos y seudopolíticos de segunda (los de primera nunca llegan a Tacumbú) viven confortablemente.
En una visión global, Tacumbú, y con ella las demás cárceles del Paraguay con variantes mejores o aún peores, es una asignatura sin aprobar para el Paraguay. Y todo con una calificación tan baja que aún los meritorios actos de solidaridad de los que hablamos, salvo pocas excepciones, parecen parches que poco resuelven.
Por humanidad, pido un debate a fondo sobre nuestras cárceles.