Jesús concluye: Dad entonces al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. La referencia a la imagen de César, incisa en la moneda, dice que es justo sentirse ciudadanos del Estado de pleno título –con derechos y deberes–; pero simbólicamente hace pensar en otra imagen que está impresa en cada hombre: La imagen de Dios. Él es el Señor de todo y nosotros, que hemos sido creados a su imagen, le pertenecemos ante todo a Él.
Jesús planteó, a partir de la pregunta hecha por los fariseos, una interrogación más radical y vital para cada uno de nosotros, una interrogación que podemos hacernos: ¿A quién pertenezco yo? ¿A la familia, a la ciudad, a los amigos, a la escuela, al trabajo, a la política, al Estado? Sí, claro. Pero antes que nada –nos recuerda Jesús– tú perteneces a Dios. Esta es la pertenencia fundamental. Es Él quien te ha dado todo lo que eres y tienes.
El cristiano está llamado a comprometerse concretamente en las realidades terrenales, pero iluminándolas con la luz que viene de Dios. El confiarse de forma prioritaria a Dios y la esperanza en Él no comportan una huida de la realidad, sino restituir laboriosamente a Dios aquello que le pertenece. Por eso el creyente mira a la realidad futura, la de Dios, para vivir la vida terrenal con plenitud y responder con coraje a sus desafíos.
Que la Virgen María nos ayude a vivir siempre en conformidad con la imagen de Dios que llevamos en nosotros, dentro, dando también nuestra contribución a la construcción de la ciudad terrenal.
(Frases extractadas de http://www.vatican.va/content/francesco/es/angelus/2017/documents/papa-francesco_angelus_20171022.html)