Por Adolfo Ferreiro
El jagua ñorairô, que según Galaverna será el proceso de designación de candidaturas en lo que vaya a ser la concertación opositora, comenzó peor que mal. Una vez más, hablan de inventar un “sistema de elección” y ya se plantean tres, dos de las cuales son disparates de la fiebre tropical paraguaya y, el tercero, imposible.
Esta película se vio varias veces y también los respectivos fracasos electorales y frustraciones políticas. Es la busca por camino impropio de mecanismos para designar candidatos, sin abordar las deformaciones impuestas por la Constitución y la ley, porque en la oposición mandan todavía gran parte de los irresponsables que escribieron la peor normativa para el funcionamiento de las instituciones políticas y del sistema electoral. Los demás, en su mayoría, carecen del amoblamiento intelectual mínimo como para entender siquiera de qué se trata el tema y mucho menos encarar una solución que saque al Paraguay del tobogán de deterioro institucional y decadencia de la calidad política al que está condenado por mandato constitucional y voluntad unánime de la dirigencia política e intelectual de por ahora.
El problema está en la Constitución, que de hecho suprimió los partidos políticos, reducidos a escenarios electorales. Con el voto directo absoluto, con la cancelación de la potestad natural de las convenciones y congresos de formular políticas y designar candidaturas vinculadas y rematándolo con elecciones simultáneas sin candidaturas simultáneas, se terminó con toda posibilidad democrática apoyada en instituciones políticas sólidas. Hasta los bobos, en cualquier parte, se alarmarían hasta el escándalo con desaguisados jurídico institucionales como los que padece el Paraguay y buscarían extirparlos. Aquí, desde hace casi quince años estamos sufriendo sus devastadoras consecuencias y festejando el texto constitucional perverso como una de las maravillas del mundo jurídico y político contemporáneo.
Esta basura que legó el intelecto constituyente más necio que recuerda la historia paraguaya, hace imposible la democracia y más imposible aún la participación política efectiva de los ciudadanos en la atención de sus intereses o, aunque sea, el ejercicio de alguna influencia real en el rumbo de la política. También hace ineludible la cada vez más baja calidad de la política, consecuencia segura del tipo de operador político que genera al hacer imposible la participación efectiva de la gente común. Los resultados son visibles: en las recientes elecciones municipales, la mayoría de los municipios fueron de nuevo copados por gavillas de delincuentes, con membrete de partidos pero sin ninguna orientación de políticas urbanas por parte de las organizaciones. Se dedicarán a robar todo lo que puedan en beneficio de sus propios bolsillos, del financiamiento de las internas para el noventa y ocho, del manejo de la prebenda a nivel de operadores de base y del clientelismo. En los partidos no existe un dirigente con preocupación activa sobre la prostitución de la política comunal. La mayoría la fomenta en beneficio propio.
Entonces, la oposición, fiel a su tradición de eludir su responsabilidad y contribuir a la destrucción de lo poco que resta de institucionalidad y conocimiento, una vez más incurrirá en el regodeo de inventar la rueda donde está prohibido lo redondo. Durante los últimos catorce años eludió lo que debió haber sido su causa democrática y republicana: la reforma constitucional para reinstalar los mecanismos probados y eficientes que están a disposición para hacer funcionar, en serio, la república democrática con estado derecho. No lo hicieron por oportunistas, cobardes o necios. No lo han hecho y ahora, una vez más, “con la puntualidad de las constelaciones” como diría Campos Cervera, perderán el tiempo y las oportunidades discutiendo pavadas.
¡Ah! Todavía no se pronunció el cretino que proponga solucionar el problema con una encuesta vinculante…