20 abr. 2024

Cien días de gracia o cien días de soledad

Andrés Colmán Gutiérrez – @andrescolman

Se ha vuelto una práctica ritual concederle cien días de gracia a todo presidente que asume un nuevo Gobierno, en recuerdo a la “campaña de los cien días” del emperador francés Napoleón Bonaparte en 1815, como a la experiencia del presidente norteamericano Franklin D. Rooselvelt en 1933, que en cien días produjo impactantes actos de gobierno para superar una gran crisis.

Desde entonces se ha vuelto un gesto de caballerosidad o de generosidad política suspender temporalmente las críticas desde la prensa y desde la oposición, así como las acciones y movilizaciones de protestas, otorgándole los cien días de gracia al nuevo mandatario, para darle tiempo a que se ubique, se adecue y nos demuestre lo que realmente quiere y puede hacer.

Al presidente Marito Abdo Benítez no le hemos concedido ni siquiera un día de gracia y al parecer somos más proclives a otorgarle –como diría el maestro García Márquez– cien días de soledad (que hasta podrían parecer cien años, como en la célebre novela de Gabo).

Esto obedece probablemente a la peculiar coyuntura de una nueva oleada de indignación ciudadana que se despertó semanas antes de la asunción del nuevo Gobierno, cuando una mayoría de diputados que son del bando del actual presidente votaron alevosamente por darle impunidad a un diputado corrupto confeso, que también pertenece al bando del jefe de Estado. La indignación ciudadana creció como la espuma y no hubo más opción que hacerlo renunciar al amigo ladrón confeso, preferir perder a un diputado y tratar de ganar algo de apoyo ciudadano. El presidente electo no dijo nada, prefirió callarse y acabó convirtiéndose también en cómplice por omisión.

Este miércoles, ya un poco tarde, cuando al fin asumió la presidencia, Marito dijo que sí escuchaba las voces de la indignación ciudadana “que retumban en las calles”, y que él sabe que deben hacerles caso. En ese momento, como a ningún otro presidente anterior, le contestaba el eco de marchas campesinas y ciudadanas de repudio contenidas por barreras policiales a pocas cuadras de la fiesta del poder.

No. Lamentablemente Marito ya casi no tendrá los cien días de gracia. Pesa en contra su doble apellido, que mucho recuerda al de su papá, el ex secretario del tirano Stroessner, porque tiene ecos de persecución política, torturas, desapariciones, corrupción y fortunas malhabidas. Y aunque él insista que en aquella época era un niño y no se involucró en nada turbio, y aunque su propia trayectoria política reciente lo haya mostrado más institucionalista y correcto que su antecesor, es muy difícil luchar contra la memoria negra, más aún teniendo al que se acaba de ir muy enojado y con ganas de venganza.

No, Marito no tendrá sus cien días de gracia. Por eso, lo bueno que consiga demostrar tendrá mucho mayor valor.

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