El impuesto a la renta personal (IRP) es en los países avanzados el principal instrumento para el logro de estos objetivos, por lo cual se constituye en el principal medio de recaudación tributaria.
América Latina tiene un déficit en este sentido, ya que la mayoría de los países de la región presenta una alta proporción de sus ingresos tributarios sustentados en impuestos indirectos. Paraguay no constituye una excepción. Al contrario, se ubica entre los países de peor desempeño en esta materia.
Un reciente informe de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) y el Centro Interamericano de Administraciones Tributarias (CIAT) da cuenta de la situación de los países latinoamericanos y particularmente de Paraguay.
Nuestro país, como siempre, en la mayoría de los indicadores que buscan medir el nivel de desarrollo o, en este caso, equidad tributaria, se ubica entre los últimos lugares, tanto por su reducida tasa nominal como por su bajo nivel de recaudación con respecto a los demás tributos. La tasa del IRP pone a Paraguay entre los tres países peor posicionados, junto con Guatemala y Bolivia; mientras que el monto recaudado comparado con el PIB lo pone en el último lugar.
Como se puede ver, el argumento de que altas tasas impositivas obstaculizan el desarrollo constituye un mito, una falacia sin fundamento en la realidad. Chile, el país que amplios sectores nacionales reconocen como un ejemplo de libertad económica y desarrollo social, es el que mayor tasa impositiva tiene en América Latina. Uruguay, otro de los países de mejor desempeño en cualquier dimensión que se piense –social, económica, política–, se encuentra en el segundo lugar de mayor recaudación con respecto al producto.
Cualquier país mejor posicionado que Paraguay en los indicadores económicos mundiales está también por encima de nuestro país en las dos variables analizadas por OCDE y CIAT, lo que exige una profunda y estructural revisión del sistema tributario nacional y, particularmente del impuesto a la renta personal.
La política tributaria requiere recaudar más y mejor, de manera a parar el endeudamiento externo, financiar las políticas que benefician a la gente y, paralelamente, reducir las desigualdades.
Tal como está la estructura impositiva, solo refleja la primacía de intereses particulares de una proporción mínima de la población en contra de los intereses generales de la Nación. No hay argumento basado en la eficiencia económica que justifique la situación actual, por lo que es urgente que se abra un debate nacional y se consensúe una reforma tributaria sin privilegios injustos y que beneficie al país.