04 jun. 2025

Bukowski, nacido en la poesía

El hombre se levanta, aturdido por el alcohol. En el otro extremo de la habitación hay una máquina de escribir que parece vieja y en desuso, excepto porque hasta ella va el hombre, arrastrando los pies como un gigante cuyas alas baudelerianas no le dejan caminar. “El acto creativo se realiza aquí, en esta máquina, justo aquí", dice el hombre, golpeando las teclas. Mira de reojo a la cámara, con cierta cólera de quien se ha visto espiado en lo más íntimo de su ser, y pregunta: "¿Ves esta puta cosa?”. Él mismo contesta, con un dejo de orgullo y rabia: “Ahí es donde se hace”. ¿Qué es lo que ahí se hace, en esa máquina de escribir en aparente reposo, en una habitación oscura de un edificio anónimo de Los Ángeles? La literatura-vida de Charles Bukowski, esa que se puede ver en Born into this (2003), el documental de John Dullaghan.

A mediados de los setenta, Bukowski era ya un conocido vociferante del underground de Los Ángeles, sobre todo desde las sesentistas “Notas de un viejo indecente”, en las páginas del Open City y el L. A. Free Press, dos periódicos de modesta tirada, hoy recordados más bien por haber albergado su pluma. De hecho, en 1969, Bukowski hizo una selección de esos escritos y en el prólogo escribió: "... sólo soy un viejo con algunas historias sucias. Que escribe para un periódico que, como yo, podría morir mañana por la mañana”.

Pero hubo un momento, en esos promediados años setenta, en que Bukowski pasó de ser un minoritario autor de culto a ser una verdadera insignia de la contracultura estadounidense. El poeta y editor Lawrence Ferlinghetti tenía en San Francisco una editorial, City Lights, que se había pasado los años sesenta dando a conocer libros de autores beat, como el célebre Aullido, de Allen Ginsberg. Bukowski desembarcó en el libérrimo San Francisco para dar su primer gran recital en el Poet’s Theather, de su editor Ferlinghetti. Unas setecientas personas aullantes lo esperaban y festejarían cada sílaba leída como si de un iluminado orador político se tratara: el poeta había abandonado las sombras y encarnaba una pública forma (poética) de hacer política, la de tocarle la oreja con un atizador al imperio desde sus propias entrañas. Un atizador hecho de palabras. Es ese el punto de partida del emotivo documental de Dullaghan.

El filme cuenta con una serie de entrevistas a amigos, editores, parejas de Bukowski. Además se puede escuchar a, por ejemplo, Bono Vox y Sean Penn hablar de cuánto ha influido en ellos su obra, o al oscuro Tom Waits develar su tan previsible como inevitable admiración por el escritor. Los testimonios de mujeres con quienes salía, como Linda Lee, dan datos y anécdotas de primera mano. Pero, definitivamente, lo que hace de este documental algo poderoso y único es la posibilidad de ver y escuchar al propio Bukowski desgranando su extraña lucidez alcohólica. Hay momentos cumbres: su lenta caminata por el barrio, mientras de fondo se lo escucha leer el poema que da nombre al documental; cuando confiesa que la violencia a que era sometido por su padre fue su mejor formación literaria; cuando lee el poema “La ducha” y, de repente, se quiebra y llora ante el recuerdo de quien inspiró esos versos; cuando, durante una entrevista de televisión concedida en su propia casa, recrimina a Linda Lee su inapetencia de estar exclusivamente a su lado y le da una patada que asustaría aún al más violento machista, al tiempo de amenazarla con contratar a “un abogado judío” para echarla a la calle.

Hay ciertos pasajes en donde uno siente que Bukowski es una especie de animal de circo, en que ese Bukowski anterior al recital en el teatro de Ferlinghetti era preferible al seguido de aquí por allá por la cámara de Dullaghan. Todos parecen estar a la espera del espectáculo que pueda dar el poeta denso y jodido. Pero, pensándolo mejor, uno se da cuenta de que es la lógica extrema, absolutamente sensata y honesta, del propio Bukowski la que invade la vida nuestra y nos interpela sobre la valentía del “gesto del que se traga una espina para ararse el corazón”, como decía un poema escondido en una novela volcánica de Miguel Ángel Asturias.

“Bukowski escribe para los que habitamos en el sótano oscuro de ese edificio abandonado que es este tiempo”, escribió Enrique Symns, el Señor de los Venenos argentino, escritor, conspicuo bebedor como el norteamericano y antiguo monologuista en presentaciones de bandas como Los Redondos y Bersuit Vergarabat. Es probable que Symns tenga toda la razón. Algo de eso se siente cuando Bukowski aporrea la máquina de escribir y enuncia su pertenencia al duro e infernal oficio de escribir. No es fácil encender una vela en un sótano para mejor ver nuestra propia cara muerta de miedo y miseria. Borracho y todo, Bukowski lo hizo, lejos de todo dramatismo vacuo, con muchísimo y necesario cinismo. “Disculpadme, ustedes tienen mi alma y yo tengo su dinero”, dice en uno de sus recitales. Disculpado totalmente: el alma de Bukowski no tiene precio.

En 2003, luego de siete años de investigación, John Dullaghan presentó al público Born into this, una magistral película, de casi dos horas de duración, sobre la vida del ácido poeta norteamericano.

Blas Brítez

Periodista

bbritez@uhora.com.py

Poesía y cine