En el mismo período fueron detectados 85.948 contagios, lo que lleva el acumulado en poco más de un año de pandemia a 12.490.362 casos, de acuerdo al boletín oficial.
Esos datos ratifican que Brasil, el segundo país más afectado por la crisis sanitaria después de Estados Unidos, enfrenta una nueva y virulenta ola que, según han advertido algunos especialistas, puede acelerar aún más en las próximas semanas, por la circulación en todo el territorio nacional de nuevas variantes mucho más agresivas.
De acuerdo con la información del Ministerio de Salud, 1.300.185 pacientes se encuentran en observación, una cifra creciente y que refleja el colapso en que se han sumergido los hospitales de casi todo el país.
En esos centros médicos, desde hace al menos dos semanas escasean las camas de cuidados intensivos y hasta en algunos casos están en falta los sedantes necesarios para intubar a pacientes de covid-19 en estado grave.
El jueves, el país alcanzó una nueva marca de muertes diarias, con 3.650, y el sábado llegó cerca de esa cifra, pese a que los fines de semana se suele reducir el personal que trabaja con la recopilación de los datos, por lo que los números tienden a caer..
A fin de intentar atajar la expansión del virus, las principales ciudades interrumpieron todas las actividades no esenciales e incluso, en otras como Sao Paulo y Río de Janeiro, se ha anunciado un festivo de diez días.
Entre tantas cifras macabras, el anuncio de dos proyectos avanzados de vacunas nacionales trajo un poco de esperanza. Se trata del inmunizante ButanVac, del Instituto Butantan y del que se podrían producir 40 millones de dosis desde mayo, y de la vacuna Versamune®, de la Facultad de Medicina de Ribeirao Preto, también en Sao Paulo. EFE-AFP