“Siempre soñé con liberar a Brasil de la nefasta ideología de izquierda. Tenemos que deconstruir muchas cosas, deshacer muchas cosas, antes de empezar a hacer otras”, dijo Bolsonaro en una visita a Washington (EEUU) en marzo.
En setiembre, cuando los incendios en la Amazonia causaban alarma mundial, este escéptico del cambio climático le advirtió a la ONU que no tenía nada que hacer en Brasil. “No estamos aquí para borrar nacionalidades y soberanías en nombre de un interés global abstracto”, proclamó ante la Asamblea General.
Bolsonaro, de 64 años, asumió el cargo el 1 de enero y desde entonces raros son los meses sin renuncias o destituciones por ajustes de cuentas o causas ideológicas en los ministerios o agencias estatales.
Los sectores más pragmáticos de su entorno -mercado financiero, lobby del agronegocio y jerarcas militares- tratan de limitar la influencia de las iglesias neopentecostales, del gurú de la derecha Olavo de Carvalho y de los tres hijos mayores de mandatario, que agitan al país vía Twitter.
Este es “un gobierno liberal en economía y antiliberal en política”, define Marcos Nobre, profesor de filosofía de la Universidad de Campinas.
REELECCIÓN. Bolsonaro, un admirador de la dictadura militar (1964-85), prometió no buscar la reelección, pero en junio declaró que “si el pueblo lo quiere, estaremos cuatro años más”. Esta campaña prematura mantiene a su base movilizada, frente a una izquierda debilitada y dividida.
La estrategia parece eficaz: Tras una pérdida inicial de popularidad, el electorado se divide en tres partes iguales, entre quienes juzgan su gobierno bueno, malo o regular.
Según una encuesta de FSB/Veja de este mes, se demostró que Bolsonaro solo sería derrotado por su ministro de Justicia, Sergio Moro, el juez anticorrupción que envió a la cárcel al ex presidente de izquierda Luiz Inácio Lula da Silva.
Bolsonaro actúa “como un presidente antisistema y cuando fracasa puede decir que está tratando de cambiar las cosas democráticamente, pero que el sistema no lo deja”, apunta el especialista Nobre.
Para el académico, Bolsonaro busca “instaurar un régimen autoritario”. En noviembre último, el presidente brasileño fundó su propio partido político que pregona el “respeto a Dios y la religión“, la “defensa de la vida desde la concepción” y la legalización del porte de armas.