24 nov. 2025

Bitcoin recargado: Fase de acumulación

Por Bruno Vaccotti.
Columnista invitado.

Pile of gold bitcoin money

Nos encontramos en una fase de acumulación.

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Bitcoin vive de romper narrativas. Cada cierto tiempo el mercado entra en pánico, los titulares hablan de un colapso irremontable. Es más, existe un obituario de Bitcoin que contabiliza cada aparente muerte del activo digital más relevante del mundo: el conteo ya llega a 477. Sin embargo, debajo del ruido, la red sigue produciendo bloques a niveles de cómputo históricos y la curva de adopción global continúa avanzando como si nada. La reciente caída del precio no es distinta a las anteriores 476 muertes o lo que muchos interpretan como catástrofe, en realidad se parece más a una oportunidad histórica. Hoy se observan patrones muy similares a los de 2019, cuando Bitcoin pasó meses en un rango aburrido, lleno de miedo extremo, solo para luego iniciar una de las subidas más fuertes de su historia. No porque la magia del mercado así lo manifestó, sino porque así funciona un activo cuyo valor está anclado en la energía, la escasez y la confianza descentralizada.

Para comprender el por qué estas fases son relevantes, debemos recordar que Bitcoin no se mueve en línea recta: respira. Se expande, corrige, absorbe a los impacientes y se fortalece para el siguiente tramo. Es como si la red, con la paciencia mineral de un sistema basado en termodinámica, estuviera siempre reajustando quién merece quedarse en el viaje. Los momentos de miedo extremo no son accidentes; son filtros. Igual que en 2019, experimentamos las sensaciones de un mercado que se asusta por noticias macro, ETF acelerando y frenando flujos, y especuladores entrando en pánico porque no entienden lo que tienen entre manos. Mientras tanto, los indicadores de la propia red de Bitcoin muestran algo totalmente diferente: acumulación silenciosa, manos de diamantes, miles de nuevos usuarios realizando transacciones, y países enteros empezando a mirar a Bitcoin como activo estratégico. Desconectar entre el ruido y la realidad es la oportunidad.

Si hay algo que la historia enseña, es que Bitcoin premia a quienes no se dejan atrapar por la histeria colectiva. Cuando cayó de USD 20.000 a USD 3.200 en 2018, los aparentes expertos vaticinaban su muerte. Un año después valía cuatro veces más. Cuando pasó de USD 64.000 a USD 29.000 en 2021, medios enteros anunciaron nuevamente un funeral. Al año siguiente marcó un nuevo máximo histórico. La película se repite, pero con un elenco mucho más amplio: países como El Salvador siguen comprando; empresas como Strategy aumentan sus reservas; bancos internacionales operan con ETFs; mineros industriales expanden capacidad como si el futuro fuera inevitable; e incluso en nuestro país la conversación sobre Bitcoin dejó de ser marginal y pasó a ser estratégica. Cuando visualizamos a tantos actores con visión de largo plazo comportándose igual en medio del miedo, entendés el mensaje: esto no es una caída, es una redistribución.

En todo comportamiento económico, los ciclos no se repiten de forma idéntica, pero sí persiguen cierta coherencia. En 2019 el sentimiento estaba por el suelo, y sin embargo la métrica MVRV, la actividad de direcciones, la acumulación en wallets de largo plazo y el flujo de capital fresco pintaban un cuadro optimista. Hoy ocurre exactamente lo mismo,incluso con números más alentadores. La corrección reciente no ha cambiado ninguno de los fundamentos: la emisión sigue bajando post-halving, la demanda institucional crece, la infraestructura minera alcanza récords de eficiencia, y la narrativa de Bitcoin como activo refugio aparece en reuniones de bancos centrales. Lo que cambió no fue Bitcoin: fue la percepción emocional de corto plazo. Esa percepción siempre exagera, se confunde y reacciona tarde.

La lectura es simple: nos encontramos en una fase de acumulación. No lo digo como slogan ni como sesgo maximalista. Lo digo porque los datos así lo sugieren. Y porque la historia demuestra que cuando todo parece lento, aburrido, gris y depresivo, Bitcoin está preparando el próximo salto. Paraguay lo sabe bien: basta mirar la cantidad de personas que hoy usan Bitcoin para remesas, para ahorrar, para eludir la degradación del guaraní y del dólar regional. Basta mirar cómo crece el ecosistema, la manera en que los bancos empiezan a escuchar, cómo las universidades empiezan a pedir charlas, cómo los mineros industrializan parques energéticos que antes estaban subutilizados. Nuestro país tiene una ventaja injusta: entendemos el valor de convertir energía en dinero. Esa sensibilidad nos permite ver lo que otros no ven: los ciclos bajistas no son para llorar, son para construir.

La pregunta no es si Bitcoin se va a recuperar: es quienes estaremos preparados cuando lo haga. Porque la historia no premia al que grita más fuerte, sino al que entiende qué está pasando mientras los demás se asustan. Bitcoin no está cayendo: se está cargando.

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