07 sept. 2025

Becas para la ignorancia

Por Miguel H. López – En TW:@miguelhache

Hace unos días –y el estupor sigue en varios–, la sociedad –esa más pacata y doble discurso– se escandalizó –lo sigue haciendo– ante la revelación de que de 3.552 jóvenes postulantes a las becas de Itaipú, solo 197 lograron el rendimiento exigido en los exámenes de matemáticas y castellano.

Burros. Inútiles. Mediocres. No estudian. Etc., etc., etc. Los calificativos sobraron. Por el otro lado, hubo ataques al sistema educativo, que es reflejo de la mediocridad del modelo, la baja capacidad formadora de los docentes, la ineficiencia del Ministerio de Educación y otro largo etc.

En el fondo hay algo de verdad y algo de mentira en todo. Lo único claro e indiscutible, sin embargo, es que falta sinceridad en torno a la intención de las becas de la hidroeléctrica para estudio de jóvenes de escasos recursos.

Es verdad que el sistema educativo hace agua por todos lados. Aunque la cuestionada ministra Marta Lafuente evite asumir y enfrentar la situación. Tampoco es novedad que los niveles de formación en las zonas rurales, urbanas y la capital del país no sean distintos. Un chico pobre del Bañado puede tener mejor rendimiento en esos exámenes –maniqueos– de Itaipú que uno de Ybyrarobaná, porque su escuela sencillamente carece de todo. Esto no significa que la otra descuelle por tener todo. Simplemente está en la capital de la República, donde lo mediocre es un poquito menos mediocre. Y ese ejemplo se puede extender a cualquier zona.

Entonces es más que evidente que mientras se procuren mejorar –que en realidad sospecho que no interesa a ningún gobierno– los mecanismos, modelo, niveles, infraestructura, etc., de la educación, que las becas de Itaipú se dirijan a servir efectivamente a ayudar a los jóvenes sin recursos económicos a mejorar su nivel y lograr buenos rendimientos en la universidad; es decir, que lo que realmente prime como criterio central sea su condición socioeconómica, y, en todo caso, el examen de prueba de conocimiento sea sucedáneo. Porque finalmente saber matemáticas o castellano no mide la inteligencia real de la gente, más que los números y el habla. El resto de las inteligencias, ¿cómo se evalúan para que también sean reconocidas?

Por otro lado, se abre aquí la propuesta necesaria del ingreso irrestricto a la universidad, como hay en muchos países. Discusión larga. El debate surgido esta vuelta criminalizó a los estudiantes víctimas finales de un sistema podrido. Pero no apunta a tocar el fondo del avispero, que finalmente es el urgente cambio de la política educativa y de los fondos de subsidio académico.