Los clubes que cimentan sus títulos carentes de fortalezas administrativas probas y eficaces están llamados a perder pronto sus rumbos ante las adversidades que el medio ofrece al equipo más pintado. Mantener el rumbo elegido, creyendo en las capacidades propias y no descuidando los valores elegidos, es la prueba final de los grupos o empresas exitosas. En barrio Obrero, no solo se ha construido un estadio modelo en su aspecto arquitectónico, sino que además ha sabido convocar a sus numerosos hinchas a sentirse y ser partícipes del cambio de estilo en esta nueva casa del club más popular del país.
Hay dos tipos de dirigencias; las participativas y las excluyentes. Las últimas promueven con chispazos individuales logros que las más de las veces buscan protagonismos para figuras que basan su actuar en el mecenazgo y no permiten madurar estructuras institucionales independientes de quien sea su mandamás de turno.
El fútbol moderno requiere estilos participativos y son empresas como tales que saben utilizar con eficacia las herramientas más aptas y los talentos de los mejores actores de sus comunidades y equipos deportivos. Sus talentos residen en saber elegir y coordinar a estos actores para que toda la orquesta suene afinada. No pretenden personalismos descollantes sino la suma de individualidades con espíritu de servicios a una causa.
La salud financiera de un club deriva de la generación de atletas talentosos que no solo dan fondos a sus arcas sino también renombre a las instituciones donde se formaron. Los clubes que descuidan sus divisiones formativas están llamados a depender de talentos foráneos que encarecen enormemente sus costos deportivos.
El club Cerro Porteño ha plantado no solamente un estadio, que aunque oneroso lo puede hacer cualquiera con recursos financieros. Ha sembrado y cosechado un modelo e idea y eso no lo hace cualquiera con o sin recursos. Los clubes deberían emular esta propuesta y la misma APF promover con incentivos y exigencias concretas lo que Cerro ha regalado a toda su comunidad.
¡Salud, glorioso Ciclón!