Dios Todopoderoso, aviva en tus fieles, al comenzar el Adviento, el deseo de salir al encuentro con Cristo, acompañados por las buenas obras.
Cuando el Mesías llegó, pocos le esperaban realmente. Vino a los suyos, y los suyos no le recibieron. Muchos de aquellos hombres se habían dormido para lo más esencial de sus vidas y de la vida del mundo. Estad vigilantes, nos dice el Señor en el Evangelio de la Misa. Despertad, nos repetirá San Pablo. Porque también nosotros podemos olvidarnos de lo más fundamental de nuestra existencia.
Prepararemos este encuentro en el sacramento de la Penitencia. Cercana ya la Navidad de 1980, el papa Juan Pablo II estuvo con más de dos mil niños en una parroquia romana. Y comenzó la catequesis: ¿Cómo os preparáis para la Navidad? Con la oración, responden los chicos gritando. Bien, con la oración, les dice el Papa, pero también con la Confesión.
Tenéis que confesaros para acudir después a la Comunión. ¿Lo haréis? Y los millares de chicos, más fuerte todavía, responden: ¡Lo haremos! Sí, debéis hacerlo, les dice Juan Pablo II. Y en voz más baja: El Papa también se confesará para recibir dignamente al Niño Dios. Así lo haremos también nosotros en las semanas que faltan para la Nochebuena, con más amor, con más contrición cada vez. Porque siempre podemos recibir con mejores disposiciones este sacramento de la misericordia divina, como consecuencia de examinar más a fondo nuestra alma.
El papa Francisco a propósito de la lectura de hoy dijo: “El mundo de hoy me invita siempre a vivir anclado en el presente sin mirar mucho hacia el futuro. Me presenta solo la moda de hoy, la última canción o película, la nueva versión de celular o la aplicación más avanzada hasta el momento. Pero mañana ya todo cambió. Y así pasa la vida sin pensar en el futuro. Sin embargo, tú hoy me das un consejo para sí vivir el presente, pero siempre de cara a un futuro. “Vendrá el Hijo del Hombre”. Puede ser que como cristiano moderno esto de tu regreso glorioso a este mundo me suene a fábula o superstición, invención del medioevo o algo lejano y ajeno a mi vida. Pero tú has prometido volver y sé que siempre eres fiel a tus promesas. Así que es verdad”. (...)