“Estaba escrito”. Esta es la traducción de Kan Maktub, una expresión en árabe muy popular en la cultura de ese pueblo y de aparición recurrente en el Corán, el libro sagrado del Islam. “Estaba escrito que teníamos que estar juntos”, bromea Carlos De Torres, percusionista del grupo y profesor de idioma árabe.
Terminan de tocar y la gente los aplaude. Para la mayoría son desconocidos, quizás tanto como la música que acaban de interpretar; pero el oído no engaña y lo que escucharon los clientes de la pizzería Zampanó, aunque difícil de identificar, les sonó agradable.
Es un martes de noche, un día en el que Kan Maktub no suele acudir al local que hace honor a Federico Fellini, con el nombre del personaje que Anthony Quinn volviera universal en La Strada. Son los lunes los días en los que el grupo deleita con su música a quienes acuden a ese rincón de la capital, pero esta vez hicieron una excepción para conversar con Vida.
La mesa que ocupan parece más la de unos muchachos cantando en una peña que la de unos artistas profesionales en ascenso y con proyectos ambiciosos. Ahí están Mónica Airaldi, quien hace las voces; Carlos De Torres, percusionista; su hermano Julio, quien acompaña con las voces; Daniel Tandi, tecladista, y Rubén Fleitas, también percusionista, todos ellos paraguayos.
“Nos iniciamos prácticamente hace dos años, cuando nos juntamos entre amigos para practicar ritmos árabes. Veíamos que había bastante onda y pensamos proyectarnos. Nos juntamos con Mehilym Ibarrola (bailarina y profesora de baile) y empezamos con nuestras primeras presentaciones de percusión árabe, con danzas. Así empezamos a crecer”, relata Carlos. Es el portavoz del grupo: se animó a tomar la palabra y los demás lo dejaron hacer.
Mehilym ─ausente con aviso porque estaba de viaje─ tiene mucho que ver con la conformación de Kan Maktub y los acompaña en las presentaciones con sus números de danza árabe. El contacto con Carlos fue decisivo para juntar a los componentes actuales. Sus encuentros en la Unión Libanesa, donde Carlos enseñaba percusión árabe y Mehilym, danza, abrieron el camino para interesarse en la música de ese origen.
La base. “El estilo del grupo normalmente es el árabe tradicional antiguo. Tratamos de rescatar las melodías y los ritmos del Medio Oriente, los ritmos antiguos. Y eso mismo buscamos con las danzas que hacemos con Mehilym”, explica Julio.
Para elegir qué canciones van a formar parte del repertorio de Kan Maktub, investigan. “Mehilym suele viajar al exterior a capacitarse y aprovecha para traer músicas que analizamos, de estilos antiguos y modernos. Pero nosotros nos centramos más en la parte antigua y tradicional”, agrega Carlos.
En esa búsqueda de la música árabe tradicional también hay espacio para incursionar en los sonidos en los que influyó, como el de los griegos, sicilianos e incluso en los de la península ibérica. En fin, los sones del Mediterráneo.
Julio prosigue su relato y señala que el caudal de este tipo de música empezó mucho antes del nacimiento de Cristo. “Se la conoce como música árabe, porque fueron los árabes los que le pusieron el sello final. Pero en realidad se fue gestando desde el Antiguo Egipto”, añade.
Esas melodías fueron pasando, a lo largo de la historia, por varios pueblos que fueron dejando su influencia en ellas, hasta la llegada de los árabes. “Con el Islam se fueron expandiendo y absorbiendo, adquiriendo conocimiento y ritmos de los pueblos que iban conquistando. Todo eso iba formando parte de la música árabe”, remata la historia Carlos.
Las herramientas
En sus presentaciones, Kan Maktub utiliza algunos instrumentos que parecen familiares, aunque diferentes. Se destacan el derbake, el tradicional tambor de copa (“no existe música árabe sin él”); el riq, el pandero árabe, diferente en el sonido y en la forma de tocar, y otro riq, aunque más occidentalizado en el diseño pero tocado con la misma técnica que el anterior.
“Estos son los instrumentos básicos, al igual que la flauta dulce barroca; un silbato celta de lata, que le da un toque entre desértico y montañoso; el shaker, y los címbalos de mano, denominados sunuy. También tenemos violines”, revela Julio.
Con estas herramientas, los chicos de Kan Maktub hacen una música en la que buscan adaptar las técnicas vocales de cada uno de ellos a los requerimientos de este tipo de sones. “Tratamos de hacer esa fusión y alcanzar lo espiritual a través de las voces, de una técnica vocal que tiene su base en el canto árabe”, dice Mónica.
A su vez, Julio destaca que el trasfondo de la música árabe es su carácter meditativo, porque “tiene un origen en lo espiritual; todos los versos en árabe tenían una cadencia de la voz que sale de adentro; y tratamos de rescatar eso y adoptar ese estilo”.
Aseguran que la receptividad del público ha sido muy buena desde que comenzaron a presentarse como grupo, pero hacen la salvedad de que en Paraguay todavía es muy difícil vivir exclusivamente como artistas, un obstáculo que consideran como algo particular de la cultura local.
Casi todos tienen alguna actividad adicional: Mónica es actriz, profesora de teatro y profesora de inglés; Carlos es funcionario de la Cancillería y profesor de árabe, francés y español para extranjeros; Aníbal es ingeniero agrónomo y trabaja en el ramo, en una empresa privada; Julio estudia sociología, trabaja como redactor en una oficina de marketing, hace producciones de teatro y escribe sus obras; Daniel es músico, pianista y el único que vive del arte.
El futuro
Kan Maktub todavía es un proyecto en desarrollo, según sus integrantes, y los planes van, incluso, más allá de la música. “Todavía no tenemos temas propios, pero sí algunos bosquejos, que vamos puliendo. Estamos trabajando con Daniel Tandi, que es nuestro pianista, y con Mehilym, en una fusión entre la música árabe y paraguaya (guarania). Nos estamos proyectando para ser el primer grupo paraguayo en fusionar estos ritmos”, señala Julio.
Y también están los proyectos teatrales, en los que planean integrar partes declamadas y monólogos, con acompañamiento en vivo de música árabe. Kan Maktub tiene muy claro hacia dónde queda Oriente, y en el camino escribirán su propio destino.
Texto: Carlos Darío Torres
Fotos: Javier Valdez.