“Con Francisco sucedió hace tres años, aproximadamente. Un año y medio por ahí se portó bien como sacerdote, después ya fue irreconocible. Siempre le acompañé a misa y una vez me dijo que será difícil llevarme a casa porque era de noche. Cenamos y me dijo que íbamos a dormir en su pieza porque había mosquitos. De madrugada empezó a tocarme, a preguntarme si iba a poder hacerle el amor”, contó.
“Yo me negué porque él pedía que le meta. Apoko nderehe porque che gustaiterei, ikatuta o ndaikatu mo’ai. (Te toqué porque me gustás demasiado, vas a poder o no), dijo el sacerdote”, relató el joven al asegurar que huyó del padre y no fue más a la iglesia por un tiempo.
Con Ovelar sucedió una situación similar. “Quiero chuparte todo y llenarte de placer”, fueron las palabras del sacerdote que lo llevaba siempre a oficiar misas en diferentes localidades de Guairá.
El mismo modus operandi perpetró con el joven, para insinuar y acosar. Según él, lo llevó a la casa parroquial tras oficiar dos misas y de madrugada metió la mano entre su ropa interior y manoseó sus partes íntimas.
“Quiso bajarme el buzo. Ahí salté de la cama. Busqué un colchón y salí de su pieza. Amanecí con frío en una sala fría. A la mañana, abandoné la casa parroquial y al salir me dijo: ‘Te puse dinero (170.000 guaraníes), para que no estés hablando’”, expresó Lorenzo.
Los hechos se han registrado desde 11 años atrás, aproximadamente. Los afectados denunciaron que la Congregación de Misioneros Oblatos de María Inmaculada quiso apañar el hecho.
Sus representantes, el padre Francisco Carrillo y Zenón Berikani, dijeron que desde el 2014, fueron suspendidos de sus cargos y ministerios. Pero a Ovelar lo fotografiaron entregando comunión durante la visita del Papa en Ñu Guasu, el año pasado. Berikani dijo que desconocía ese hecho y que Ovelar podría ser sancionado por más tiempo.