19 mar. 2024

Un silencioso boom: Cada vez más personas con nombres en guaraní

Las Jasy, Arami, Panambi e Yvoty cada vez son más. Lo que para unos puede parecer una moda, para otros es reivindicar no solo un idioma, sino toda una concepción del mundo que fue tan perseguida.

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Brigitte Colmán

bcolman@uhora.com.py

Cuando hace 525 años Colón pisó tierras americanas, por aquí nadie se llamaba ni de acuerdo con el almanaque Bristol ni según la novela turca de moda. Los guaraníes se inspiraban en los nombres de plantas, animales, flores y aves, que existían en su entorno, o en elementos religiosos o de la mitología.

Desde aquellos días la historia dio varias vueltas. En tiempos del presidente Carlos Antonio López (1842-1862) los apellidos guaraníes de las personas fueron sustituidos por el decreto del 7 de octubre de 1848. Así fue que quedaron en el olvido los Aravera; Arapysandu, Aregua (oriundo de Are), Ariju (firmamento amarillo), Kandiju, Karakara, Kuarahy.

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A lo largo de los años el guaraní libró diversas batallas y a nivel oficial obtuvo un primer atisbo de triunfo en la Constitución de 1967, cuando fue reconocido por primera vez como lengua oficial. Más tarde, en 1992 una nueva Carta Magna lo eleva a idioma oficial junto al castellano.

En el medio de este proceso comenzó a abrirse un nuevo frente. Se podría estimar que en la última década muchos padres comenzaron a poner nombres guaraníes a sus hijos.

En un registro de 100 nombres nuevos en guaraní, de la Dirección del Registro Civil, se pueden reconocer algunos de los más utilizados: Jasy, Arami, Panambi, Ysapy o Yvoty, que se comienzan a utilizar aproximadamente desde los últimos 15 años. Pero en la lista hay otros también, que son menos conocidos, estos son los nombres utilizados por los mismos indígenas, quienes son los que –de hecho– más los adoptan.

Saite y Sunu. Isabel Portillo es profesora de guaraní, tiene dos hijos y ambos llevan nombres en guaraní. Para ella es muy significativo, porque es “algo que va a quedar en su vida siempre, como un regalo”. La mayor, Luana Saite (arisca o salvaje), 12 y el más pequeño, Santino Sunu (trueno o estampida), 4.

“El nombre en guaraní decidí yo sola, y el otro eligió su papá, fue una negociación”, comenta Isabel y admite que al principio hubo un poco de resistencia por el otro lado de la familia, dada la preocupación por los problemas que pudieran presentarse en la escuela, por ejemplo. “Yo le digo Saite”, afirma la orgullosa madre y explica que ahora la hija prefiere un poco más su primer nombre, “pero cuando era más chica le gustaba Saite, decía que era una guerrera salvaje. Yo creo que más adelante se va a dar cuenta de lo lindo que es su nombre; también va a entender lo que yo siento, que es una reivindicación del guaraní, que tan perseguido fue a lo largo de la historia”.

En cuanto el pequeño Santino Sunu, según su abuela, Teresa Mereles, él usa más su nombre en guaraní, tal vez porque es más corto, “pero sin dudas parece que adopta la personalidad de su nombre, es bastante inquieto y cabezudo”.

Identidad. ¿Por qué después de tanto tiempo los paraguayos se deciden a nombrar a sus hijos con nombres en guaraní?

Angélica Otazú, investigadora de lengua y cultura guaraní, considera que responde a una búsqueda de identidad, “de acuerdo a mis pesquisas, prefieren un nombre guaraní no solamente porque suena bonito sino también porque tiene un significado interesante. Por otro lado, algunos padres no pudieron inscribir a sus hijos con nombre guaraní, porque en el Registro Civil no existía ninguna lista de nombre guaraní, solo en castellano. Puede ser un factor que haya impedido que se tenga nombres en guaraní”.

Otro aspecto de este boom es que los nombres que se usan no siempre coinciden con los que utilizaban los guaraníes hace casi 500 años.

Según la investigadora, en algunos casos coinciden con los nombres guaraníes tradicionales y/o sagrados y en otros no. “Por ejemplo entre los nombres actuales en guaraní encontramos: para varones Maitei (saludo); Marangatu (santo, bueno); Itati (piedra blanca); Ñamandu (dios guaraní); y para mujeres, Anahi, Ñasaindy (luz de luna), Arami (cielito), Jeruti (una especie de paloma), Yvera (agua resplandeciente), Ysapy (rocío), Ysapy Ko’êju (rocío de la mañana), Yvoty (flor), Yrasêma (murmullo de las aguas).

Prohibido. Fabián Chamorro, historiador militar, señala que el idioma guaraní no fue perseguido solamente por don Carlos, sino también por los gobiernos posteriores a la Guerra de la Triple Alianza.

Pero es bien sabido, asevera, que Francisco Solano López hablaba perfectamente guaraní, “se comunicaba con sus tropas en guaraní, su comandante más importante, José Eduvigis Díaz, hablaba solamente guaraní”.

Chamorro comenta un relato de Juan Crisóstomo Centurión, de cuando iba a la escuela en Itauguá, y cuenta que cuando el profesor del plurigrado escuchaba que alguien hablaba en guaraní, sacaba una especie de prenda, y esa prenda pasaba al siguiente infractor, o sea, a quien iba incurriendo en la falta del guaraní iba pasando la prenda. Y, cuando llegaba el fin de semana, se le aplicaba un castigo físico a la persona que tenía la prenda.

La historia se toma sus revanchas. De alguna manera, el boom de nombrar a los hijos en guaraní puede parecer una moda, pero logra reivindicar un capítulo de nuestra historia que tiene que ver con algo tan esencial como nuestra identidad. No tenemos que olvidar que, después de todo, para los guaraníes, el nombre representa un pedazo de su alma.

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