Con la victoria de Trump, se terminó la globalización.
Es la opinión de algunos analistas políticos que no comparto. Si la compartiera, me sentiría aliviado en cierto sentido; solo en cierto sentido. Ocurre que, en estos momentos, la Cancillería paraguaya negocia el proyecto de acuerdo internacional llamado TISA, por sus siglas en inglés, en el mayor secreto. El proyecto se propone liberalizar el sector de los servicios. Los servicios, en los Estados Unidos y otras economías avanzadas, representan el 70% o más del producto interno bruto (PIB).
Hasta donde puede saberse, la aprobación del acuerdo beneficiará a las empresas multinacionales de servicios, que muchos beneficios han recibido con la globalización, y aún pretenden más.
En esta línea están dos acuerdos internacionales: TTIP y TPP; el primero, entre Estados Unidos y la Unión Europea; el segundo entre países con costas sobre el Pacífico (Canadá, Estados Unidos, Japón, Australia y otros). TTIP y TPP, aún no ratificados, han recibido muchas críticas porque, entre otras cosas, les conceden a las multinacionales el derecho de demandar a los Gobiernos en tribunales internacionales integrados por consultores de multinacionales, cuyos procedimientos son secretos y cuyos fallos son inapelables.
Trump ha dicho que no los aceptará; con eso, expresa el sentir de la mayoría de sus compatriotas, que se opone a esas negociaciones.
Si Trump terminara con las negociaciones de TISA, me sentiría algo tranquilo. ¿Qué entiende nuestra Cancillería de la complejidad del asunto? Si acepta TISA, quizás podrá informarse por los diarios de lo que realmente ha firmado, aunque conocer el texto no será fácil.
En caso de aceptarse, TISA irá al Congreso, que solo podrá ratificarlo o rechazarlo, sin modificar nada; no tendrá el derecho de hacer saber al público qué es lo que ha ratificado: el texto deberá mantenerse en secreto hasta cinco años después de su ratificación.
Si prima el voto político o el voto comprado, el país quedará obligado a aceptar un texto redactado por los asesores de empresas multinacionales y sancionado irreflexivamente por gobiernos.
¿No es una burla de los principios democráticos? Sí, porque el neoliberalismo, que ha influido demasiado en la globalización, se caracteriza por su desconfianza de la democracia; considera que la economía (identificada con la política) debe quedar en manos de los expertos (los expertos que provocaron la crisis económica de 2008). Ese carácter elitista, excluyente del neoliberalismo y su globalización, es lo que ha permitido el triunfo de Trump con el voto de los descontentos.
Ahora bien, la globalización es un fenómeno complejo, con sus aspectos positivos y negativos, y que no se puede anular con un decreto. Lo que se puede y se debe hacer es combatir sus efectos negativos, y esto es lo que Trump no parece querer hacer: ha prometido rechazar el Acuerdo de París, que podría ser un paso decisivo hacia la solución del cambio climático.
Para comprender el cambio climático, es fundamental el libro de Naomi Klein, This Changes Everything (Esto lo cambia todo), o su versión cinematográfica, que se proyectará el lunes, en la Embajada de Argentina, en el ciclo de cine ecológico.