Texto y fotos: Eduardo Tamayo Belda
A veces nos imaginamos que viajamos a un lugar lejano, donde podemos desconectarnos de la rutina diaria... Si te ocurrió en alguna ocasión, la isla de Pascua, en Chile, es el sitio indicado, porque es el lugar habitado más remoto del planeta.
Conocida como Rapa Nui en lengua local, la isla de Pascua está ubicada a 3.700 kilómetros de la costa de Chile, por el Este, y a 4.200 kilómetros de Tahití (en la Polinesia), por el Oeste, siendo el punto terrestre más alejado de cualquier otro lugar habitado de la Tierra. Este territorio tiene forma triangular y una superficie de unos 164 km2, aproximadamente el mismo tamaño que la ciudad de Asunción.
Al llegar allí, todos los visitantes son recibidos con el tradicional collar de flores frescas. Hace 30 años, así llegó también Jérôme Bour, por entonces un joven francés que hacía el servicio militar en Tahití y fue a pasar unos días a esta isla: “Conocí al amor de mi vida, y me quedé aquí", nos cuenta, mientras nos lleva en su camioneta al hostal que administra su familia, el Chez Jérôme, en la pequeña ciudad de Hanga Roa, capital de Rapa Nui.
Perdida en la inmensidad del Pacífico Sur, la isla de Pascua ofrece las características perfectas para olvidarse de los problemas cotidianos y sumergirse en un pequeño mundo que combina misterio, historia, tranquilidad y aventura. Muy lejano, con muchos lugares por descubrir y actividades por hacer, con un pasado lleno de incógnitas que atraen hasta al más desapasionado de la historia, y por cierto, con muy mala conexión a internet, el hecho es que este lugar reúne las condiciones idóneas para desconectarse del día a día, relajarse y, además, aprender.
En la isla viven actualmente unas 7.000 personas, de las cuales alrededor de 4.500 son descendientes rapanui, la etnia originaria de la isla. Hoy en día, la población se dedica principalmente a la pesca y a actividades relacionadas con el turismo, como la conservación natural del entorno, la divulgación de la historia y la cultura local, el sector hotelero y de restauración, el transporte de turistas o el alquiler de vehículos, entre otros muchos servicios, aunque también hay actividades agrícola y ganadera.
Hay una única manera de llegar desde el continente americano a la isla de Pascua: por avión, en el vuelo diario que parte de Santiago de Chile y que tarda unas seis horas en llegar y algo menos de cinco horas al regresar.
Misterio y mentira
El verdadero nombre de la isla es el primer misterio. Como ocurre con muchas otras culturas y ciudades antiguas, el nombre original del lugar se perdió en el tiempo, quedando para la posteridad la denominación de alguna cultura o civilización ulterior. La denominación isla de Pascua se debe a que fue el domingo de Pascua de 1722 cuando el almirante holandés Jakob Roggeveen arribó a sus costas, permaneciendo una semana en la isla.
Este fue el primer encuentro registrado entre los isleños y los europeos, que por entonces circunnavegaban y exploraban los océanos en busca de nuevas tierras, rutas y productos. Imaginarse como un marinero llegando a una isla perdida en mitad del océano, contactando con una cultura desconocida y aislada en el tiempo y el espacio, es algo que naturalmente se le cruza por la mente a todo turista que visita hoy la isla de Pascua.
Sin embargo, Rapa Nui ni siquiera es el nombre original de la isla. Esta denominación data de 1870 aproximadamente y proviene de la lengua de los indígenas tahitianos, que fueron desplazados hasta allí por colonos peruanos y chilenos para cultivar la tierra. Aquellos indígenas bautizaron a su nuevo hogar como Rapa Nui, que significa isla grande en lengua polinésica tahitiana.
Los moáis
Siglos después del primer contacto, no todo está perdido en la isla. En la actualidad, este territorio alberga un amplio patrimonio histórico y cultural que sus residentes protegen con esmero, y cuyo máximo exponente son los moáis (rostro vivo de los ancestros), las famosas estatuas de piedra con forma de ser humano, que los antiguos pobladores esculpieron en honor de los jefes de cada clan de la isla.
Cuando estos jefes fallecían, sus restos eran depositados en el ahú (altar), situado bajo el moái (estatua) de su ancestro más reciente. Transcurridas varias generaciones enterradas bajo el mismo moái, se esculpía uno nuevo, que se colocaba al lado del anterior, formando así las reconocibles hileras de estatuas de la isla. Curiosamente, todos los moáis de la isla fueron arrancados de la roca y esculpidos en la misma cantera, llamada Rano Raraku, que se ha constituido en uno de los principales atractivos del lugar.
Hay 887 moáis en toda la isla, aunque son pocos los que permanecen bien colocados y conservados. Pero también hay alrededor de 200 de estas estatuas fuera de la isla, la mayor parte en Francia, Inglaterra y Chile, atesoradas en museos y colecciones privadas.
No develaremos aquí la historia de Rapa Nui, pero la isla está rodeada de tantas incógnitas que es conveniente para el visitante acompañar su viaje de alguna lectura preliminar, además de contratar un guía local o realizar alguno de los tours organizados por la isla, si no se quiere pasar por alto muchos de los grandes secretos que esconde.
Todo lo dicho solo es una parte de lo que podrías sentir, recorrer y descubrir...
No obstante, el costo total —que en todo caso no es bajo— varía bastante en función de las condiciones de los turistas. Lo más barato es viajar en grupos de tres a cinco personas, para compartir gastos de alojamiento, transporte, etcétera.
Entrelazadas con la historia y la cultura, en la isla de Pascua hay muchas actividades por hacer y lugares que visitar. Conviene organizar un poco el viaje antes de ir, y actualizar los planes día a día, en función del tiempo, para aprovechar el sol en las playas y los volcanes, y poder dedicar los días de cielo gris a actividades de paseo a pie o en bicicleta. Estas son algunas opciones:
Senderismo y volcanes
Es posible hacer senderismo hasta llegar al volcán Rano Kau y alcanzar la aldea de Orongo, donde un catequista católico pudo presenciar, en 1867, la última competencia del tangata manu (hombre-pájaro). También se puede llegar a los pies del cráter volcánico Rano Raraku, donde quedó abandonada hace siglos la cantera de moáis.
Bicicleta
Otra opción es subir en bicicleta hasta la cumbre del Terevaka, desde donde se tiene una vista de 360º de la isla. Es imperdonable no ver los atardeceres, cuando el sol se está yendo hacia Australia, o disfrutar del apasionante amanecer en el ahú Tongariki.
Buceo y ballenas
Se puede realizar buceo en la costa para ver un moái sumergido, o descansar en la playa de Anakena bajo la protección de los moáis del ahú Nau Nau, mientras se divisan las ballenas jorobadas que desde hace unos diez años están frecuentando la isla.